lunes, 1 de julio de 2013

♥ El último pétalo ~ Capítulo 22 + Trailer 2 ♥

Las doce y media del mediodía.
Domingo.
Lauren hablando con alguien que salía a pasear.
Un despertador que no paraba de sonar.
Y una resaca de la hostia.

_Joder... -Murmuré, aplastando la almohada sobre mi cara. Abrí un ojo, quitándome de encima la almohada, y dejé caer mi mano contra ese maldito ruido. Cinco minutos y volvió a sonar, obligándome a levantarme. Me desperecé cual oso y cogí mi móvil. 5 llamadas perdidas de Abbigail, y 7 mensajes. Abrí los ojos como platos y me senté en la cama, abriendo mensaje por mensaje cada uno de los que me había mandado.

De Abbigail
¿Dónde estás? ¿Dónde te ha llevado?

De Abbigail
Rouse, exijo una respuesta.

De Abbigail
¿Te ha besado?

De Abbigail
¿No me contestas porque te lo estás tirando? Si es así pararé.

Levanté una ceja, aguantando la risa.

De Abbigail
¿Ya?

De Abbigail
Que sepas que ahora mismo te odio mucho bastante demasiado muy.

De Abbigail
Vale, no me contestes, ya me lo imagino yo.
P.D: Eres una zorra.

Estallé en carcajadas recordando la noche anterior, al mismo tiempo que dejaba el móvil justo a mi lado y me tiraba de nuevo en la cama cual marmota. Cerré los ojos y suspiré.

Un flash. Y imágenes en mi cabeza.

_Aham, conduce...
_Rouse...
_¿Qué ocurre? ¿Es que no sabes conducir? -Mordí mi labio.
_No puedo conducir si haces eso. Puntos débiles.
_Puntos débiles... -Reí, soltando una pequeña carcajada. Marshall suspiró con fuerza y volvió a arrancar el coche, pestañeando una y otra vez, mordisqueando su labio cada 200 metros.

Calle Warrighter, veinte metros de mi casa.
Reducción de la velocidad.
Latidos enervados.
Cada vez más rápidos...

_Bueno, pues... Volveremos a vernos, supongo. -Aclaró su garganta.
_No veo la hora de volver a hacer una de esas cenas de clase. -Bajé mi mirada, tímida.

Bipolar.

_¿Es aquí, no? -Preguntó, alzando su vista al frente.
_Sí, sí, es esa casa de allí. -Señalé. Él asintió con su cabeza.
_¿Estás bien, Rouse?
_¿Cómo? -Entrecerré los ojos, sorprendida por la pregunta.
_Se que tu chico no lo está.

Boom.
Recuerdos.
Dolor.
Ánimo cabizbajo.
Diez segundos.
Silencio.

_Rouse... -Su voz, apenas audible, volvió a colarse entre mis pensamientos. - Sea lo que sea que haya ocurrido, lo siento. Lo siento de veras. Alguien como tú no debería llorar a menos que no fuese de felicidad. -Su mano recorrió mi brazo. Cerré con fuerza mis parpados, intentando ahogar esa lágrima que batallaba por salir.

_Tranquila... -Susurró. Y pude notar como sonreía. Su brazo rodeó mis hombros, acercándome a él. Apoyé mi cabeza en su hombro, tratando de esconder así mi rostro. Dos, tres, cinco segundos.

_Es mejor que me vaya. -Murmuré, tratando de deshacerme de aquella posición, que mentiría si dijese que no había calmado toda la tormenta que se había formado en mi interior. Sacudí mi cabeza, dejando escapar un pequeño suspiro antes de que nuestras miradas volvieran a encontrarse. -Gracias por haberme acercado.

_Un placer señorita. -Sonrió, volviendo a desbarajustar todo mi interior, sacando de nuevo la picardía que todos llevamos dentro. Sentí como sus húmedos labios rozaron los míos unas décimas de segundo antes de depositar un beso en cada una de sus mejillas, extremadamente cerca de algo que ambos sabíamos que no sería en absoluto, bueno.

Volví a sentarme en la cama, ocultando mi rostro bajo unas manos cómplices del deseo, ocultando una risa nerviosa y un cosquilleo en el estómago que me revelaba de nuevo los efectos secundarios de esa droga a la que la sociedad suele llamar límite, adrenalina, peligro.

O.., locura.

Reí, y todo en mi cabeza retumbó, causando una mueca de dolor en mi rostro y mi cuerpo, decidido a ir en busca de algo mágico que se llevase todo ese malestar.

_Rouse... -Su débil voz, inconfundible, acortó mi paso, recordándome lo cruel que había sido anoche con ella. Ladeé mi cabeza para observar la figura de la mujer que me dio la vida. Ahora, su sonrisa ya no brillaba. Sus manos entrelazadas pedían algo que no fui capaz de descifrar. El brillo de sus ojos ya no era el mismo. Una cara que exclamaba preocupación, miedo. Ojos hundidos en bolsas que mostraban lo poco que había dormido. Un pinchazo que atravesó mi corazón de lado a lado. -Ya estás despierta. -Afirmó. Cerró los ojos, sintiéndose más estúpida por momentos. Rió, nerviosa, acercándose a mí.

_Sí.

_¿Dónde fuiste anoche? Era.. era tan tarde. -Susurró.

_Salí con unos amigos. -Una voz tajante que cortó la conversación por unos segundos.

_¿A qué hora volviste? ¿Por qué fuiste sola? ¿Quien te acompañó? -Cada frase era un paso que se acercaba más a mi persona.

_Mamá. -Mi expresión, fría, molesta, hizo que diese dos pasos hacia atrás, haciéndome sentir peor de lo que nunca me había sentido. Fruncí el ceño. -¿Qué te pasa?

_Solo quería saber si estabas bien. -Su mano fue a parar a su boca, ocultando gran parte de su cara. Sus ojos se hacían cada vez más pequeños.

_¿Estás llorando? -Entrecerré de nuevo los ojos, acercándome a ella. Negó. Mintió. - ¿Por qué?

_He pasado tanto miedo. -Dejó escapar un pequeño sollozo que intentó volver a callar con su silencio. - Anoche no supe quién eras. -Cogió aire, intentando de nuevo y fallidamente ocultar su dolor. - Te miraba y no te reconocía. Tus palabras, tus gestos. Hija, se que tu mente está ahora mismo en otra parte. -Su nariz taponada resonó por toda la sala. - Pero te prometo que yo no puedo hacer más de lo que hago. Yo.., yo intento. Yo te juro que lo intento pero no puedo más. Hace semanas que no duermo. Hace semanas que no me apetece ni siquiera comer. Hacía tres semanas que no te escuchaba hablar. Tus ojos ya no son los ojos de mi niña. -Click- Ahora ya no se quién eres. Jamás me habías empujado. Jamás te habías escapado. Jamás habías hablado así. -Se acercó, quedando a unos centímetros de mi rostro. -¿Qué te está pasando?

Ocho, quince segundos.
Perdí la cuenta.

_Parafernalias. -Escupí, dándome la vuelta- Mamá yo ya no soy una maldita niña. -Mi tono de voz se elevó.

_Pero yo..-

_¿Pero tú? ¿Qué? ¿Pero tú, qué? Nada. Tú, nada. Tú nunca has estado en mi lugar.

Y cada palabra parecía un látigo.

_Es por él, ¿verdad? Él te está cambiando.

_¡Justin no tiene nada que ver! -Grité, a centímetros de su rostro. Arrepintiéndome en cuestión de milésimas. Sus ojos temblorosos se clavaron en los míos. Suspiré. -Lo siento...- Murmuré cabizbaja antes de ver como subía las escaleras, desapareciendo ante mis ojos.

Un suspiro,
dos.
Sentimientos de culpabilidad.
Aire fresco.
Su ventana.
Y su recuerdo.


Hospital St. Agoves, 7:41 PM.

Hacía un mes desde que vi sus ojos por última vez. Desde que su mano tocó la mía. Desde que una palabra salió de su boca, clavándose en mí.
Un mes en descenso, tras conocer la altura máxima que mi cuerpo había experimentado hasta ese día. Empezaba a confundir el sonido de su risa en todas partes. Mi cabeza daba vueltas y vueltas cada vez que mis ojos insistían en verle tras aquellas cortinas.
Mi cuerpo, cada vez más frágil, más débil, le extrañaba cada vez más, a cada segundo que pasaba.
Una madre que lloraba, una hija que sufría.
Un corazón que gritaba un nombre del que no obtendría una respuesta.
Un sueño que se cumplió, y que a día de hoy, comenzaba a esfumarse con el viento.
Y con mi propia vida.
Unos brazos que me dieron fuerza.
Un amor, un verano.
Una ilusión.

Una ilusión que se desvanecía con el tiempo.

Una bocanada de aire entró en mis pulmones antes de entrar de nuevo en aquel hospital.
Una bocanada de aire que volví a necesitar al escuchar que él ya no estaba allí.

Que se había ido.

Que vivía. Que estaba vivo.
Que salió por su propio pie.
Que hacía una semana que había abandonado el lugar.

¿Imposible? Lo pensé.
¿Mentira? Dudé.
¿Realidad? Me chocó. Eso fue lo que realmente me chocó.

Un número que comunicaba.
Un corazón que latía desbocado, y una llamada que sonaba en mi bolsillo.
Dos, tres veces.
Sin fuerza alguna para querer contestar.
Obligada sin más a hacerlo.

+Vuelve a casa ahora mismo.
. . .

-No.
+Rouse, tienes que venir de inmediato.

. . .

-No.
+La policía te está buscando.



BOOM.




*
*
*
*


Y como prometí, aquí tenéis el segundo trailer de la novela. ♥




Y como dije que tenía una sorpresa, es cierto.
Y la sorpresa es para una de mis lectoras.
Demasiado fuerte, demasiado increíble.
Muchos no la conoceréis.
Que sí. Que pienso tragarme 10 horas de viaje. Que pienso ir a verte. A tu ciudad. A tu pueblo. 
Que ese abrazo va a hacerse realidad.
Nos vemos muy, muy pronto pequeña.



Os quiero más que a nada princesitas.

Como siempre, aquí tenéis, por favor dad RT a este tweet si habéis leído el capítulo: Click aquí ♥
Al del trailer si sois tan amables y bonitas: Click aquí ♥

Mi twitter: @xMrsBelieve




Nunca olvideis que sois el motivo de mi sonrisa.

lunes, 17 de junio de 2013

♥ El último pétalo ~ Capítulos 19, 20 & 21 ♥

Capítulo 19
Narra Rouse
Dos toques a la puerta interrumpieron la clase de griego, y Marshall asomó su cabeza, buscando a alguien. Su mirada se encontró con la mía y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Abbigail me dió una leve patada, recordando que él fue quien me cubrió. Sonrió.


_Disculpe, disculpe. Me he equivocado de clase.
_Descuide. -Le contestó el profesor de griego, segundos antes de que Marshall cerrase la puerta.


_Sí, se ha equivocado. Y una mierda.-Susurró Gail. -Te estaba buscando.
_¿A mí? -Susurré, esta vez yo.
_Claro tía, quería ver si habías vuelto, por lo de antes. -Asentí con la cabeza, entendiendo.


El timbre sonó. Alumnos amontonándose en los pasillos, gritos, risas, y Abbigail enganchada a mi brazo, tratando de no ser pisada entre los múltiples niños de primero de ESO, perfectamente confundibles con animales.
_¿No vienes? -Mostró una mueca de confusión al quedarme parada unos pasos allá de la valla.
_No, dijo Justin que vendría a recogerme.
_¿Quieres que espere contigo?
_Tranquila, no creo que nadie me viole a las dos de la tarde. -Le guiñé un ojo, sacándole la lengua. Ella negó con la cabeza riéndose y se despidió con un cariñoso abrazo.


2:05. Y un reducido grupo de alumnos charlando.
2:10. Se despiden. Se van.
2:15. ¿Justin?


Para J
¿Dónde estás?
Llevo esperandote quince minutos.


2:20. Ninguna señal por su parte.


Primer toque.
Segundo toque.
Sexto toque.
Buzón de voz.


Llamando Mamá.
+¿Sí? -Descolgué.
-Rouse, ¿se puede saber donde estás? Hace veinte minutos que te espero.
+Sí, sí, perdona. Es que me entretuve hablando con el profesor de gimnasia, lo siento. Estoy de camino. -Mentí.
-Pues no tardes. Quiero verte aquí a la de ya. -Colgó, enfadada. Suspiré y me di por vencida, comenzando a andar lo más rápido que podía mientras mil preguntas comenzaban a acumularse en mi cabeza. ¿Qué hice mal para que me dejase tirada? Realmente no lo entendía. Hace tan solo unas horas había empezado nuestra pequeña historia, ¿y ahora...?


Caí en la cuenta.
El arma.
La policia.
Mis ojos se abrieron.


No podía ser. Él iba a deshacerse de ella. ¿Cómo iba a saber la policía que llevaba un arma encima? -Negué con la cabeza, chasqueando la lengua. -No. Definitivamente, borré esa idea de mi cabeza. Mi estomago se encogió. Algo no iba bien. Él jamás había hecho eso. Por muy enfadado que estuviese con alguien, sé que jamás podría dejarle solo. Y menos a mí, es decir, y mucho menos a su novia, sin ningún tipo de razón, ni motivo evidente. -Pateé una pequeña piedra en el camino. 



Justin, ¿dónde estás...?

Primer toque.
Tercero.
Séptimo.
Buzón de voz.

Para J
Justin, ¿qué ocurre? Me preocupas...
Te quiero.
P.D: Sea lo que sea que te pasa, contesta, por favor.


Mis dedos nerviosos y escurridizos tardaron en escribir un simple mensaje, así como una súplica. Mi corazón latía rápido, y en mi garganta comenzaba a crearse un nudo que ahogaba lágrimas, luchando por salir a flote y derramar todo su ser en una simple y expresiva gota de sabor salado. O dos. O cien. Pero querían salir.
Mis pulsaciones se aceleraban a cada minuto que pasaba, a cada segundo sin señales de vida.


2:30 P.M.


_Vamos, Rouse, la comida está en la mesa desde hace un cuarto de hora. -Miró su reloj-. Y yo ya llego tardísimo. -Chasqueó su lengua, y corrió hacia el baño de abajo. Pesadamente me senté en la silla, y miré el plato con indiferencia, y con el estómago extremadamente cerrado.
_Mamá, ¿sabes algo de Jeremy? -Aproveché que pasaba a prisa, colocándose unos pendientes, por delante de mí.
_No. Come. -Dijo sin mirarme. Suspiré. Se giró y observó mi rostro, que en esos momentos debía ser un poema. -Uy, ¿y esa cara? ¿Qué te dijo tu profesor?
_Nada, es que estoy cansada. -Mentí. De nuevo. -¿De verdad no sabes nada de Jeremy? -Me miró con pesadez.
_Qué impertinente estás. -Bufó y consiguió colocarse ese pendiente que se le resistía. -Hoy ha salido antes del trabajo, decía que había ocurrido algo y que debía marcharse en ese momento. Luego salió corriendo hacia la puerta de la oficina, y ya no volví a verle más. -Clavó su mirada en mis ojos, que adornaban el centro de un rostro pálido y estático. Mi piel se erizó. Y cada poro de mi cuerpo se expandió, regalándome una sensación de frío que me recorrió de pies a cabeza. -Rouse, ¿qué ocurre? Estás muy pálida cariño.
_Dame el número de Jeremy. -Me levanté de la mesa, tambaleando el plato de comida, a este paso, frío.
_¿Qué? -Se sobresaltó, entrecerrando los ojos.
_Dame el puto número de teléfono de Jeremy ahora. -Ella abrió mucho los ojos
_¡Rouse, no vuelvas a hablarme así! -Alzó mucho la voz. -¿¡Se puede saber quién diablos te has creído para hablarle a tu madre de esa forma!?


En ese momento, lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos.
Algo malo pasaba, y yo ya no podía evitarlo.
Había llegado tarde.


_Ey, ey. -Ella relajó su expresión, agarrando mi cintura cuando mis ojos se cerraron. - Tranquila Rouse, ¿qué pasó?
_Dámelo por favor. Ha pasado algo con él. -Sollocé.
_¿Con quién cariño? Vamos, tranquila, cuéntame. -Me abrazó. -Enseguida te lo doy.
_Justin, él no aparece. No sé donde está. No contesta a mis llamadas, ni a mis mensajes, y la última vez que le vi... -Paré en seco. No podía saber que había salido del instituto. - Fue esta mañana. Se encontraba mal y se fue en moto. Quedamos en que vendría a recogerme pero tampoco apareció. -Lauren buscaba un número en una agenda de teléfono. Negaba con la cabeza.
_No seas melodramática Rouse, puede estar enfermo.
_No. -Alcé la voz. -Yo lo noto, lo siento, él no está bien. -Llevé mi mano a mi corazón. Mi madre me miró confusa. Entrecerró los ojos.
_¿Que sientes qué? -Me tendió en un papel el número. Haciendo caso omiso saqué mi móvil de mi bolsillo y comencé a teclear rápidamente, cosa que me hizo errar dos veces seguidas.
_¡Joder! -Grité.
_¡Rouse! -Me volvió a regañar. Miró su reloj. -¡Dios mío! -Y sin más, corrió hacia la puerta, desapareciendo.
Primer toque.
Segundo.
Ter...


+¿Sí? -Contestó la voz de Jeremy al otro lado del teléfono. Extremadamente pesada y cansada, susurrando.
-¿Dondé está? ¿Qué le ha pasado? ¿Dónde estás tú? -Las palabras se peleaban por salir de mi boca.
+¿Perdón? ¿Quien es?
-Rouse.

Silencio.

+Rouse... -Tosió- No te preocupes. Todo está bien.
-No me mientas. -Avisé duramente. Él suspiró al otro lado.
+Justin tuvo un accidente de tráfico. No despierta.

Y sentí que el mundo caía a mis pies. Sentí todo el peso del universo caer sobre mí. Llevando una mano a mi corazón, sentí como explotaba, derramándose por mi pecho, estallando en mil pedazos. Lágrimas saladas quedaron permanentes en mis ojos. Mi labio inferior temblaba y mi cuerpo perdió el control hasta quedarse sentado en el suelo por segunda vez en un solo día. Esta montaña de emociones era demasiado alta para mí.

-¿Qu... qué le pasó? -Susurré, llevando en ello todas mis fuerzas restantes.
+Aparentemente se distrajo, y chocó contra otr... -Le interrumpí.
-Dime la dirección y la habitación.
+Rouse...
-Por favor. -Volví a sollozar, sintiendo mi rostro completamente mojado.
+Es el hospital St. Agoves, habitacion 105.
-Bien.

Colgué, segundos antes de salir disparada por la puerta y abalanzarme sobre el montón de tarjetas que mamá guardaba, hasta encontrar el número del taxi que me llevaría al Hospital Saint Agoves, más cerca de Los Angeles centro, a unos 45 minutos de donde me encontraba en ese mismo momento. Demasiado.


Capítulo 20

Un cuerpo débil, pálido, tendido sobre una cama que le arropaba entre sábanas. Un rostro magullado, unos ojos profundos, cerrados, y una respiración intensa. Un gotero constante viviendo a costa de su sangre, de su vida, sustancias que recorrían su cuerpo de arriba a abajo. Un collarín alrededor de su largo y bello cuello, invisible ante mis ojos codiciosos, esta vez sin vida aparente ante una figura que me había hecho sonreír durante todo este tiempo. Ante un corazón que latía ahora débil y lento, amenazando con dejar de hacerlo en cualquier momento. Y con él, el mío. Una sala vacía, ahora. Tan solo él y yo. ¿Tan solo? Perdón. Quise decir, mi razón de vivir, y yo. Unos pasos lentos que se acercaban con miedo a aquella cama en la que descansaba la persona que me ayudó a luchar por mi misma y por todas aquellas metas, que me demostró, posibles.


Dejé caer mi cuerpo sentándome en una de las sillas que había justo al lado de aquella cama, con nuestra respiración y esa máquina que me avisaba de que su corazón seguía con vida de fondo. Y no se cuanto tiempo pasamos así, en un silencio que pareció eterno, y no se cual fue el justo momento en que me di cuenta de todo lo que mi mente había estado intentando decirme hasta ahora.


Tomé una respiración profunda, dejando ir junto ella una lágrima que el dorso de mi mano eliminó al instante. Inútil. Pues le siguieron muchas más. Mi mano se deslizó hacia la suya, fría, inmóvil  y mil palabras intentaron salir de mi boca.
_Justin... -Mi labio inferior comenzó a temblar. Le llamé, esperando una respuesta de su parte que supe que no iba a recibir. Cerré mis ojos con fuerza, intentando ahogar todos los sentimientos que no dejaban de salir, mojando mi cara, apretando su mano.
_Justin. -Sollocé. -Lo siento. Siento no haberme dado cuenta antes de todo esto. -Bajé mi cabeza, respirando profundamente de nuevo. Mi voz, apenas audible, se confundía entre los sollozos de un corazón abierto de par en par. -Siento no haberme dado cuenta de que aquel primer día que pisé Los Angeles, aquel día que sonreí por primera vez en tanto tiempo, no fue por el hecho de que emprendía una vida nueva. Y él lo sabía. Mi corazón lo sabía. Sabía que la razón de esa sonrisa, sabía que ese sentimiento que me recorrió de cabeza a pies, fuiste tú. Sé que fuiste tú Justin, lo supe desde el primer momento. Siento no haberme dado cuenta de que, todo lo que viví, fue tan solo el duro camino que me llevó a la cima. -Apreté su mano de nuevo- A nuestra cima. Porque todo gira alrededor de esa montaña que subimos y escalamos durante todos estos años. Y tú habías estado allí desde el principio. Tú siempre fuiste esa meta que mi destino asignó para mí el día en que vine a este mundo. Perdí la cuenta de cuantas veces apareciste en mis sueños, ¿sabes? Y también perdí la cordura el día en que te tuve ante mis ojos. Perdí la tristeza, y lo perdí todo. Me diste la entrada a la locura. Porque al fin y al cabo, amar es una locura, ¿no? -Reí, entre lágrimas. -Y yo en estos momentos, te amo. Y te amé siempre. Te amé incluso antes de conocerte, y juro que si pudiese hacer algo para poder abrazarte en estos momentos, lo haría. Te daría mi aliento, mi vida. Te lo daría todo, porque hemos de recuperar todo ese tiempo que perdimos, y si tú caes, yo caigo contigo. Y no te daría mi corazón, porque fue tuyo desde el momento en que tú mirada electrizó mi cuerpo, en ese momento en que se cruzaron, y se fundieron, cuerpo, alma, y corazón. Y será tuyo para siempreJustin, por favor... -Un ritmo acelerado de pitidos comenzó a resonar en la habitación. -Despierta.


Y en ese momento, aquella máquina que medía todos sus latidos, se disparó por completo, causando el paro de la respiración de Justin. Su cuerpo se tambaleó arriba y abajo. Mis ojos se abrieron y cientos de lágrimas acompañaron mis gritos de ayuda a cualquier enfermera que pasara por allí en ese instante. Tres médicos entraron de golpe en la habitación, a empujones, y Jeremy tras ellos, con el rostro pálido y los ojos húmedos.


_¡Justin! -Gritó.
_¿¡Que pasa!? -Alcé la voz, entre el murmullo de gente que no paraba de entrar y salir.
_¡Hijo, por favor! -Sollozó Jeremy, de una forma jamás vista. Un mar de dudas abrumaba todo mi alrededor, y todo se emborronó ante mis ojos y un latido desenfrenado que a punto estuvo de escaparseme del pecho. “¡Cien!” Gritaba uno de los médicos. Otro cargó dos planchas desconocidas para mí, antes de apresurarse a estamparlas en el pecho de Justin, haciendo que me llevase las manos a la cara en un grito ahogado.
_Joder, joder. ¡Otra vez! -Gritó de nuevo.
_No pueden estar aquí. -Se dirigió a nosotros, esta vez una enfermera, en un tono elevado y serio.
_¡Es mi hijo! -Replicó Jeremy
_Lo siento, acompáñenme.


Capítulo 21

Ya hace cinco días desde que Justin cerró los ojos. Cinco largos y eternos días. Cinco noches sin dormir. Y si dormía, cansinas pesadillas me recordaban todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Como si fuera un pecado sonreír. Como si fuese imposible tener la esperanza de que hoy despierte.
Sufrió un paro cardíaco  pero ahora, su corazón sigue latiendo. Consiguieron reanimarle. Aparece en mis pensamientos a cada respiración que me hace cerrar los ojos. Una respiración temblorosa, que se escapa entre mis labios como un suspiro que ni siquiera te das cuenta de que llevabas reteniendo dentro de ti todo este tiempo”.

Ya hace dos semanas. Y mi siento mi estómago cada vez más pequeño, y a mi alma más débil, y a mi corazón, más roto. Cada mañana miro a su ventana con la esperanza de volver a ver su rostro tras esas cortinas que un día encendieron en mí la ilusión de una niña. Te echo tanto de menos...”

Tres semanas. Hace ya una semana que terminamos el instituto. Aquí en Los Angeles, todo es diferente. Pensé que tan solo sería un mes, y me encuentro en el mes de julio, todavía con exámenes de recuperaciones. Que bien engañada me tuvo mamá. -Sonreí-. Al fin y al cabo, estos tres meses me han servido de mucho. Mi vida cambió por completo en una fracción de tiempo tan simple como esa. Tres meses. -Suspiré-. Apenas parece ayer cuando sus brazos se aferraron a mis ojos, impidiéndome ver más allá de una voz que estremeció cada parte de mi cuerpo. Parece ayer cuando papá todavía estaba a mi lado, recordándome la mujercita que hoy parecía. Parece ayer cuando me enviaba postales desde la otra punta de mundo diciéndome que si miraba al cielo fijamente, podría ver su rostro en la luna. Que cada vez que estuviese llena, él estaría pensando en mí. Que puede que mamá fuese su reina, pero yo siempre iba a ser su pequeña princesita. ¿Dónde estás? Ahora que tanto te necesito. ¿Dónde estás? Ahora que tus brazos serían para mí el mejor refugio. Te extraño tanto papá. No hay un día en que no mire al cielo y te recuerde. No hay una ráfaga de viento que no me recuerde tu olor. No habrá nunca unos brazos que pudiesen elevarme tan alto como los tuyos cuando me enseñaste el mundo por primera vez. Mi héroe, mi rey, allí dónde estés, te doy las gracias. Se que estos momentos no son buenos para mí, pero el tiempo todo lo cura. Tal vez una cicatriz sea imborrable, pero será la prueba de que me levanté después de haber caído y que hoy en día, he vuelto a luchar por lo que un día me derrumbó, con la fuerza de un huracán. Sé que él despertará, y se que desde allí, nos cuidas a todos. Mi estrella, ojalá nunca dejes de brillar en mí.”


_Rouse, cielo... -La voz de Lauren me sacó de mis pensamientos, aunque mi mirada siguiera fija en aquel punto donde su sonrisa me daba cada día las buenas noches, a través de una simple ventana. -Es tarde. -Mi cama se ladeó, diciéndome así que ella acababa de sentarse a mi lado. Su mano acarició mi espalda. -¿Qué has cenado hoy?

Silencio.


_Tienes que comer algo, Rouse, eso no te va a ayudar. Mírate. Tan solo han pasado tres semanas y ya estás irreconocible.

Silencio.

Un suspiro profundo. Su mano aferrada a mi barbilla, obligándome así a mirarla.

_¿Cuanto llevas sin dormir? -Su mirada clavada en la mía expresaba un profundo pesar, una preocupación evidente que mi comportamiento, inevitable, no ayudaba a mejorar. Miró mi pelo. -¿Y sin pisar la ducha? -Suspiró, bajando la mirada. -No puedes seguir así.

_Como si no lo supiera. -Susurré, para su sorpresa.

_¿Qué? -Sus ojos se iluminaron al volver a escuchar mi voz tras casi tres largas semanas.-

_Nada. -Me deshice de su agarre, levantándome y dirigiéndome a mi armario. Ella frunció el ceño, confusa.

_¿Qué haces? -Preguntó, sin obtener ninguna respuesta a cambio.

Diez pasos y ya estaba en la ducha. Media hora y ya estaba en la puerta, con su mano firmemente agarrando mi brazo. Sus ojos llorosos, brillaban en la oscuridad de un salón a los doce de la noche. Sus palabras de súplica revoloteaban una y otra vez por mi cabeza. Un tirón, y fuera. El sonido de las teclas de mi móvil, y la oscuridad de la noche.

+Gail, soy yo. ¿Dónde estás?
-¿Rouse? -Una voz, extraña, al otro lado del teléfono, con muchas más de fondo.
+Sí.

-Silencio-

+¡Abbigail! -Me quejé.
-¿Dónde estás?
+¡Eso te estoy preguntando yo, joder!
-Hacía dos semanas que no sabía nada ti... -Un suspiro.
+Quiero verte.
-Yo también. Estamos en el Kassie, al lado del muelle.

Suspiré, por el camino que me quedaba por andar.

+¿Estamos? ¿Quién?
-Gente.
+Gail, quién. -Amenacé.
-Ven a averiguarlo. Te va a gustar. -Rió, exagerada. Copas de más.
+¿A mí? -Reí, irónica. - Lo dudo.
-Aquí te esperamos. -Y dejándome con la palabra en la boca, cortó la línea.

_Qué estúpida eres cuando quieres. -Susurré a la nada. Dejé escapar un suspiro que ni siquiera sabia que había estado reteniendo todo este tiempo y comencé a andar, pateando una pequeña piedra que estaba en mi camino.
Un coche, música, tambaleándose. El sonido de un claxon seguido de inentendibles piropos.

_¡Que te jodan! -Grité, como respuesta. Y el silencio de la noche volvió a reinar, haciéndose pequeño a cada paso que me acercaba a Kassie, aquel bar de copas donde tanto solían ir por las noches.

_¡Rooouuuuseeeeeee! -Una voz aguda taladró mi cabeza, antes de sentir correr a alguien que se abalanzó sobre mí. No pude evitar sacar una pequeña sonrisa, olvidando por unos segundos la realidad que me abrumaba. Sus ojos se clavaron en mí. Frunció el ceño. -¿Pero.., qué te ha pasado? -Su mano acarició mis ojeras, deslizándose hasta mis labios, secos. Me encogí de hombros. -Ven conmigo ahora mismo. -Sonrió, haciéndome olvidar de nuevo toda esa mierda a mis pies. Su mano tiró de mi brazo, subiendo escaleras y corriendo hacia el baño de Kassie.

_¡Ey! -Gritaron voces conocidas. Giré la cabeza, pero las prisas de Gail me impidieron ver quién eran.

Abrió su bolso, sentándome, obligada, en la taza del váter, y comenzó a tapar cada una de las imperfecciones de mi cara.

_¿Puedes dejar ya de pintorrojearme, por favor? -Ironicé. -Que me da igual todo, Abbi. -Ella se sorprendió ante su mote, propio del primer día en que nos conocimos. Frunció el ceño y siguió con su trabajo, haciéndome suspirar de nuevo. Abrí un ojo cuando la brocha dejó de azotar mi cara y su lápiz de ojos dejó de clavarse en los míos, arañándome al llevar tanto tiempo sin usar nada parecido. -¿Ya? -Abrí el otro ojo.

_Ahora sí. Vamos. -Aplaudió para sí misma, haciéndome fruncir el ceño, confusa.

_¿Qué estáis bebiendo? -Solo me respondieron risas agudas y tambaleos. Rodé los ojos. -¿Con quien estás?

_Vinimos de cena con los chicos del instituto. -Dijo, demasiado rápido para entenderla a la primera. Después de unos segundos de análisis, conseguí comprender lo que me había dicho. Su mirada baja, ocultaba algo.

_Ah... -Fruncí el ceño. Salimos a la terraza, donde muchas de las mesas estaban agrupadas.

_¡Rouse! -Gritaron algunos de los chicos de clase. Mike, Jamie, con la que había hecho las paces hacía poco, la Señorita Britte, Liam... Espera, ¿¡Britte!?

_¡Rebecca! -Grité, apresurándome a sus brazos. Ella me recibió del mismo modo.
_Pero, ¡Rouse! Apenas hace un mes que no nos vemos, y ya casi no sabía ni quién eras...
_¿Cómo te va todo? ¿Cómo va ese pequeño? -Ella sonrió dulcemente. Todavía era demasiado pronto para intentar notar algo en su barriga, pero sus ojos me mostraron todo el cariño que ya sentía por ese bebé.
_Muy bien. -Sonrió, soltando una pequeña carcajada. -Mejor de lo que esperábamos.
_Me alegro muchísimo. -Solté sus brazos y miré a Abbigail, que ya me había hecho un sitio justo a su lado. Le sonreí, y me di cuenta de que ya tenía mi copa preferida delante de mis ojos. Volví a mirarla y se encogió de hombros.
_Eres mi invitada. -Me sacó la lengua, en el justo momento en qué me di cuenta que una de las sillas al lado de Mike, estaba vacía, pero había una jarra de cerveza justo enfrente. Fruncí el ceño.

_¿Y esa jarr...

_Ya estoy aquí, chicos. -Su inconfundible voz se coló por mis pensamientos, haciéndome un nudo en el estómago. Sus brazos cogieron la silla antes de sentarse y clavar su mirada en la mía, frunciendo el ceño. Mis labios no se movieron ni un solo momento. Segundos después se sentó a su otro lado, otro de los profesores que yo no conocía.

_¿Rouse? -Su rubor me indicaba que esa cerveza no era la primera. Curvé mis labios en una sonrisa antes de recibir una leve patada de parte de mi querida Gail.

_Eh.., hola, hola Marshall. -Él entreabrió sus labios, sorprendido.

_Pero..,¿dónde te habías metido? -La alegría se hizo de notar en su rostro. -¡Llevamos tiempo sin verte por el instituto! Bueno, y ahora más, que ya no volveremos. -Rió. Le devolví la sonrisa.

_Estuve enferma. -Mentí. Él torció su boca, y caí en la cuenta de que Justin también llevaba todo este tiempo sin ir. Un nudo subió hasta mi garganta, recordándole. Abbigail lo notó y entrelazó su mano con la mía, apretándola con fuerza.

_Vaya.., pues celebro verte de nuevo. -Me dedicó una sonrisa que volvió a atar ese nudo en mi interior. De un trago terminó esa jarra que bebía, acompañada de un cigarrillo que no había visto encenderse. Tras una media hora de risas y copas aquí y allá, mi ánimo se tornó de un color diferente y la tristeza que me rodeaba me abandonó temporalmente.

_¡Ey! ¿Os hace un billar? -Se animó Mike.
_¡Me parece genial! -Comentó Jamie, a coro con Arianna.
_Perfecto, ¿no? -Le comentó Marshall a su compañero de clases. Éste asintió y ambos se levantaron.
_Oh, chicos, yo tengo que irme, debo descansar. -Anunció la señorita Britte. -Ya sabéis. -Se dio leves golpecitos en la tripa. Todos sonrieron dulcemente momentos antes de despedirse de ella hasta la próxima vez que coincidiésemos.
_¿Y tú qué dices Rouse?
_Eh.., no, no. Yo prefiero mirar. -Sonreí, avergonzada.
_¡Si hombre! -Se quejó Liam. -Anda, no seas tonta. Marshall mantenía su mirada fija en mí, de una manera algo extraña.
_Pero yo...
_Nada, que sí.
_Es que yo no se jugar, Liam. -Mis mejillas se tornaron de un color rojizo y él soltó una larga carcajada.
_¿Es por eso? -Asentí, ofendida. Una mano se apoyó sobre mi hombro, estremeciendo mi cuerpo ante su inconfundible perfume.
_Yo te enseñaré. -Susurró Marshall.
_Pero yo...
_Cero escusas, por favor. Rouse jugará conmigo y con Abraham, y nos falta uno.

Tras cinco minutos realizando los equipos, en los que me presentaron a Abraham, que resultó ser profesor de economía e historia, comenzó. Y con ello mil nervios ante mi segundo nombre. Torpeza.

Primer turno, Abraham.
Perfecta. Una bola.

Segundo turno, Marshall.
Otra bola.

Ambos chocaron sus manos.

_Eh.., yo.., yo mejor salgo, eh. -Reí, nerviosa. Marshall enganchó mi mano, tirando de mí. Me colocó justo delante de él y me tendió el palo que sostenía. Sonrió.

_Vamos, es fácil, ya verás. -Soltó una carcajada. Suspiré y cogí el palo, intentando imitar los movimientos que había visto. Él rió, y noté como su cuerpo se acercaba al mío. -Así no. -Volvió a reír. - O bueno, si quieres hacer volar la bola a la cara de alguno de tus compañeros...

_No, no... -Rió bajito y pegó su cuerpo a mi espalda, pasando sus brazos por fuera de los míos y posando sus manos sobre las mías, que sujetaban el palo. Colocó mis manos de la forma adecuada y susurró en mi oído.

_Tienes que intentar meter esas, ¿lo sabes, no?

_S-sí. -Tartamudeé, y noté como sonreía de nuevo, esta vez pícaro.

_Bien, ahora dale justo donde el palo apunta, pero despacio, o irá con demasiada fuerza y rebotará. ¿Lo entiendes? -Asentí con la cabeza. Él echó un pie hacia atrás y se inclinó todavía más cerca de mí, haciendo que su respiración golpeara mi rostro y mi oído. - A la de tres. Una, dos, y ahora. -Me ayudó, haciendo fuerza al mismo tiempo, consiguiendo que fuese un buen tiro, a pesar de no conseguir meter la bola. -¿Ves? Es fácil. -Sonrió de lado, y noté que mis sentidos se habían alterado del 0 al 100. Mi respiración se había vuelto rápida y mis manos se humedecían.

_Rouse, ¿podemos hablar? Gracias. -Dijo rápidamente Abbigail, tirando de mí hacia fuera. Sus ojos se clavaron en los míos.

_¿Qué pasa? ¿Lo he hecho mal? -Pregunté confusa ante sus ojos, abiertos de par en par.

_¿¡Qué haces!? -Elevó su tono de voz, asustandome.

_¿Qué? -Fruncí el ceño

_¿Co-c-cómo haces eso? -Elevó sus manos, girandose sobre sus tacones. Ladeé mi cabeza en señal de que no entendía nada. -Es decir... ¡Argh! -Volvió a elevar el tono de su voz, haciendo que dirigieran su mirada hacia nosotras.

_Ey, Rouse, te toca. -La voz de Marshall volvió a interrumpir mis pensamientos.
_¡Voy! -Grité, sonriendo. Maldito alcohol, y maldita vergüenza.

_¡Pero tía! -Se quejó Abbigail.

Repetí los pasos que Marshall me había enseñando, consiguiendo meter bola esta vez.
Segundo tiro. Mi trasero apoyado sobre la mesa de billar, mis piernas cruzadas y su mirada de nuevo fija en mí, sonriendo. Pasé el palo por detrás de mi espalda y volví a repetir el tiro, dejándola muy difícil para el equipo de Abbigail, que movía su pie una y otra vez, intentando aguantar la risa y la envidia de tener a Marshall en esas condiciones.

Rouse, es tu profesor...
Rouse, Justin...
Suspiré.
Odiaba al cien por cien esa jodida voz en mi cabeza.

La noche pasó, y mi reloj de muñeca marcó las 3:44 A.M., haciendo que abriese de golpe mis ojos y dejase el vaso que en ese momento estaba bebiendo, en la barra. Hacía tiempo que habíamos dejado de jugar. Ahora, tan solo hablábamos entre todo, recibiendo diversas descargas eléctricas de los ojos de ese hombre que tanto alteraba mis sentidos.

_Vaya, qué tarde es. -Me levanté. - Será mejor que vaya ya, si no quiero que mi madre despierte al vecindario entero. -Reí, y mi cuerpo se tambaleó de nuevo gracias a aquella última copa, causando la risa de algunos de ellos.
_Yo también me marcho ya. -Anunció Liam.
_Lo mismo decimos. -Se unieron Jamie y Mike.
_Claro, como se nota que no vivís en la otra punta. -Reproché. Y esto pareció alarmar a Marshall, el cual apareció a mi lado.
_Rouse, ¿dónde vives?
_¿Conoces la calle Warrighter? -Marshall asintió con la cabeza.
_Vamos. -Sonrió nuevamente y ladeó su cabeza indicándome la puerta. -Yo te acercaré. -El rostro de Abbigail era todo un poema en esos momentos.
_Oh.., no hace falta, de verdad, si no importa.
_Insisto. De todas formas tengo que pasar por allí. -Vacilé unos segundos, hasta rendir. Tras despedirme de cada uno de ellos, unos tres minutos después, ya estábamos en el coche de Marshall, de camino a casa. Admiraba cada detalle de su coche. Negro, precioso, tan agresivo como elegante. Mordí mi labio y me tapé el rostro con las manos, riendo sin tener algún motivo.

_¿Qué ocurre? -Rió conmigo. -¿Te gusta?
_Mhmm. -Murmuré. Su expresión cambió y sacudió su cabeza. Parecía que eso le gustaba. Suspiró y volvió a su estado anterior.
_Pues, ha estado bien la noche. -Disimuló, ridículamente.
_Aham... -Volví a repetir. Su expresión volvió a cambiar y desvió su mirada hacia mí. Sonrió de lado, cayendo en la cuenta. Mis nervios se dispararon cuando el coche frenó en seco.
_¿Puedes dejar de hacer eso? -Intentaba aguantar una sonrisa que se dibujaba en la comisura de sus labios. -Intento conducir.

_Mhmm, conduce. -Le provoqué. Y fue en ese instante dónde me dí cuenta de lo difícil que me sería recordar eso la mañana siguiente, en el momento en que lamió sus labios con su mirada clavada en la mía.






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Sé perfectamente que os debo una escusa por todo este tiempo sin pasarme por aquí, pero los examenes finales, todos sabemos que son horribles, y más en estos cursos que ya son los últimos de todo el instituto. De veras que siento no haber podido estar con vosotr@s todo lo que realmente hubiera deseado, pero no tuve tiempo ni siquiera para mí, de verdad. Espero que sepáis entenderlo y perdonarme, porque yo jamás os olvidaría. Se que hubieron momentos de flaqueo en estas semanas para mí, y que os asusté más de una vez, y lo siento de corazón. Nunca dejaré la novela, y nunca dejaré de quereros como os quiero; más que a nada en este mundo. Gracias por todo, de verdad, no las hay mejores que vosotras, y vosotros. NUNCA habrá nadie que pueda compararse a mis lectores. Me dais la vida. 
Os adoro.
Abby.~


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