Capítulo
19
Narra
Rouse
Dos
toques a la puerta interrumpieron la clase de griego, y Marshall
asomó su cabeza, buscando a alguien. Su mirada se encontró con la
mía y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Abbigail me dió una
leve patada, recordando que él fue quien me cubrió. Sonrió.
_Disculpe,
disculpe. Me he equivocado de clase.
_Descuide.
-Le contestó el profesor de griego, segundos antes de que Marshall cerrase la puerta.
_Sí,
se ha equivocado. Y una mierda.-Susurró Gail. -Te estaba buscando.
_¿A
mí? -Susurré, esta vez yo.
_Claro
tía, quería ver si habías vuelto, por lo de antes. -Asentí con la
cabeza, entendiendo.
El
timbre sonó. Alumnos amontonándose en los pasillos, gritos, risas, y
Abbigail enganchada a mi brazo, tratando de no ser pisada entre los
múltiples niños de primero de ESO, perfectamente confundibles con
animales.
_¿No
vienes? -Mostró una mueca de confusión al quedarme parada unos
pasos allá de la valla.
_No,
dijo Justin que vendría a recogerme.
_¿Quieres
que espere contigo?
_Tranquila,
no creo que nadie me viole a las dos de la tarde. -Le guiñé un ojo,
sacándole la lengua. Ella negó con la cabeza riéndose y se despidió
con un cariñoso abrazo.
2:05.
Y un reducido grupo de alumnos charlando.
2:10.
Se despiden. Se van.
2:15.
¿Justin?
Para
J
¿Dónde
estás?
Llevo
esperandote quince minutos.
2:20.
Ninguna señal por su parte.
Primer
toque.
Segundo
toque.
Sexto
toque.
Buzón
de voz.
Llamando
Mamá.
+¿Sí?
-Descolgué.
-Rouse,
¿se puede saber donde estás? Hace veinte minutos que te espero.
+Sí,
sí, perdona. Es que me entretuve hablando con el profesor de
gimnasia, lo siento. Estoy de camino. -Mentí.
-Pues
no tardes. Quiero verte aquí a la de ya. -Colgó, enfadada. Suspiré
y me di por vencida, comenzando a andar lo más rápido que podía
mientras mil preguntas comenzaban a acumularse en mi cabeza. ¿Qué
hice mal para que me dejase tirada? Realmente no lo entendía. Hace
tan solo unas horas había empezado nuestra pequeña historia, ¿y
ahora...?
Caí
en la cuenta.
El
arma.
La
policia.
Mis
ojos se abrieron.
No
podía ser. Él iba a deshacerse de ella. ¿Cómo iba a saber la
policía que llevaba un arma encima? -Negué con la cabeza,
chasqueando la lengua. -No. Definitivamente, borré esa idea de mi
cabeza. Mi estomago se encogió. Algo no iba bien. Él jamás había
hecho eso. Por muy enfadado que estuviese con alguien, sé que jamás
podría dejarle solo. Y menos a mí, es decir, y mucho menos a su
novia, sin ningún tipo de razón, ni motivo evidente. -Pateé una
pequeña piedra en el camino.
Justin,
¿dónde estás...?
Primer
toque.
Tercero.
Séptimo.
Buzón
de voz.
Para
J
Justin,
¿qué ocurre? Me preocupas...
Te
quiero.
P.D:
Sea lo que sea que te pasa, contesta, por favor.
Mis
dedos nerviosos y escurridizos tardaron en escribir un simple
mensaje, así como una súplica. Mi corazón latía rápido, y en mi
garganta comenzaba a crearse un nudo que ahogaba lágrimas, luchando
por salir a flote y derramar todo su ser en una simple y expresiva
gota de sabor salado. O dos. O cien. Pero querían salir.
Mis
pulsaciones se aceleraban a cada minuto que pasaba, a cada segundo
sin señales de vida.
2:30
P.M.
_Vamos,
Rouse, la comida está en la mesa desde hace un cuarto de hora. -Miró
su reloj-. Y yo ya llego tardísimo. -Chasqueó su lengua, y corrió
hacia el baño de abajo. Pesadamente me senté en la silla, y miré
el plato con indiferencia, y con el estómago extremadamente cerrado.
_Mamá,
¿sabes algo de Jeremy? -Aproveché que pasaba a prisa, colocándose unos pendientes, por delante de mí.
_No.
Come. -Dijo sin mirarme. Suspiré. Se giró y observó mi rostro, que
en esos momentos debía ser un poema. -Uy, ¿y esa cara? ¿Qué te
dijo tu profesor?
_Nada,
es que estoy cansada. -Mentí. De nuevo. -¿De verdad no sabes nada
de Jeremy? -Me miró con pesadez.
_Qué
impertinente estás. -Bufó y consiguió colocarse ese pendiente que
se le resistía. -Hoy ha salido antes del trabajo, decía que había
ocurrido algo y que debía marcharse en ese momento. Luego salió
corriendo hacia la puerta de la oficina, y ya no volví a verle más.
-Clavó su mirada en mis ojos, que adornaban el centro de un rostro
pálido y estático. Mi piel se erizó. Y cada poro de mi cuerpo se
expandió, regalándome una sensación de frío que me recorrió de
pies a cabeza. -Rouse, ¿qué ocurre? Estás muy pálida cariño.
_Dame
el número de Jeremy. -Me levanté de la mesa, tambaleando el plato
de comida, a este paso, frío.
_¿Qué?
-Se sobresaltó, entrecerrando los ojos.
_Dame
el puto número de teléfono de Jeremy ahora. -Ella abrió mucho los
ojos
_¡Rouse,
no vuelvas a hablarme así! -Alzó mucho la voz. -¿¡Se puede saber
quién diablos te has creído para hablarle a tu madre de esa forma!?
En
ese momento, lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos.
Algo
malo pasaba, y yo ya no podía evitarlo.
Había
llegado tarde.
_Ey,
ey. -Ella relajó su expresión, agarrando mi cintura cuando mis ojos
se cerraron. - Tranquila Rouse, ¿qué pasó?
_Dámelo
por favor. Ha pasado algo con él. -Sollocé.
_¿Con
quién cariño? Vamos, tranquila, cuéntame. -Me abrazó. -Enseguida
te lo doy.
_Justin,
él no aparece. No sé donde está. No contesta a mis llamadas, ni a
mis mensajes, y la última vez que le vi... -Paré en seco. No podía
saber que había salido del instituto. - Fue esta mañana. Se
encontraba mal y se fue en moto. Quedamos en que vendría a recogerme
pero tampoco apareció. -Lauren buscaba un número en una agenda de
teléfono. Negaba con la cabeza.
_No
seas melodramática Rouse, puede estar enfermo.
_No.
-Alcé la voz. -Yo lo noto, lo siento, él no está bien. -Llevé mi
mano a mi corazón. Mi madre me miró confusa. Entrecerró los ojos.
_¿Que
sientes qué? -Me tendió en un papel el número. Haciendo caso omiso
saqué mi móvil de mi bolsillo y comencé a teclear rápidamente,
cosa que me hizo errar dos veces seguidas.
_¡Joder!
-Grité.
_¡Rouse!
-Me volvió a regañar. Miró su reloj. -¡Dios mío! -Y sin más,
corrió hacia la puerta, desapareciendo.
Primer
toque.
Segundo.
Ter...
+¿Sí? -Contestó
la voz de Jeremy al otro lado del teléfono. Extremadamente pesada y
cansada, susurrando.
-¿Dondé
está? ¿Qué le ha pasado? ¿Dónde estás tú? -Las
palabras se peleaban por salir de mi boca.
+¿Perdón?
¿Quien es?
-Rouse.
Silencio.
+Rouse... -Tosió- No
te preocupes. Todo está bien.
-No
me mientas. -Avisé duramente.
Él suspiró al otro lado.
+Justin
tuvo un accidente de tráfico. No
despierta.
Y
sentí que el mundo caía a mis pies. Sentí todo el peso del
universo caer sobre mí. Llevando una mano a mi corazón, sentí como
explotaba, derramándose por mi pecho, estallando en mil
pedazos. Lágrimas saladas quedaron permanentes en mis ojos. Mi labio
inferior temblaba y mi cuerpo perdió el control hasta
quedarse sentado en el suelo por segunda vez en un solo día. Esta
montaña de emociones era demasiado alta para mí.
-¿Qu...
qué le pasó? -Susurré,
llevando en ello todas mis fuerzas restantes.
+Aparentemente
se distrajo, y chocó contra otr... -Le
interrumpí.
-Dime
la dirección y la habitación.
+Rouse...
-Por
favor. -Volví
a sollozar, sintiendo mi rostro completamente mojado.
+Es
el hospital St. Agoves, habitacion 105.
-Bien.
Colgué,
segundos antes de salir disparada por la puerta y abalanzarme sobre
el montón de tarjetas que mamá guardaba, hasta encontrar el número
del taxi que me llevaría al Hospital Saint Agoves, más cerca de Los
Angeles centro, a unos 45 minutos de donde me encontraba en ese mismo
momento. Demasiado.
Capítulo
20
Un
cuerpo débil, pálido, tendido sobre una cama que le arropaba entre
sábanas. Un rostro magullado, unos ojos profundos, cerrados, y una
respiración intensa. Un gotero constante viviendo a costa de su
sangre, de su vida, sustancias que recorrían su cuerpo de arriba a
abajo. Un collarín alrededor de su largo y bello cuello, invisible
ante mis ojos codiciosos, esta vez sin vida aparente ante una figura
que me había hecho sonreír durante todo este tiempo. Ante un
corazón que latía ahora débil y lento, amenazando con dejar de
hacerlo en cualquier momento. Y con él, el mío. Una sala vacía,
ahora. Tan solo él y yo. ¿Tan solo? Perdón. Quise decir, mi razón
de vivir, y yo. Unos pasos lentos que se acercaban con miedo a
aquella cama en la que descansaba la persona que me ayudó a luchar
por mi misma y por todas aquellas metas, que me demostró, posibles.
Dejé
caer mi cuerpo sentándome en una de las sillas que había justo al
lado de aquella cama, con nuestra respiración y esa máquina que me
avisaba de que su corazón seguía con vida de fondo. Y no se cuanto
tiempo pasamos así, en un silencio que pareció eterno, y no se cual
fue el justo momento en que me di cuenta de todo lo que mi mente
había estado intentando decirme hasta ahora.
Tomé
una respiración profunda, dejando ir junto ella una lágrima que el
dorso de mi mano eliminó al instante. Inútil. Pues le siguieron
muchas más. Mi mano se deslizó hacia la suya, fría, inmóvil y
mil palabras intentaron salir de mi boca.
_Justin...
-Mi labio inferior comenzó a temblar. Le llamé, esperando una
respuesta de su parte que supe que no iba a recibir. Cerré mis ojos
con fuerza, intentando ahogar todos los sentimientos que no dejaban
de salir, mojando mi cara, apretando su mano.
_Justin.
-Sollocé. -Lo siento. Siento no haberme dado cuenta antes de todo
esto. -Bajé mi cabeza, respirando profundamente de nuevo. Mi voz,
apenas audible, se confundía entre los sollozos de un corazón
abierto de par en par. -Siento no haberme dado cuenta de que aquel
primer día que pisé Los Angeles, aquel día que sonreí por primera
vez en tanto tiempo, no fue por el hecho de que emprendía una vida
nueva. Y él lo sabía. Mi corazón lo sabía. Sabía que la razón
de esa sonrisa, sabía que ese sentimiento que me recorrió de cabeza
a pies, fuiste tú. Sé que fuiste tú Justin, lo supe desde el
primer momento. Siento no haberme dado cuenta de que, todo lo que
viví, fue tan solo el duro camino que me llevó a la cima. -Apreté
su mano de nuevo- A nuestra cima. Porque todo gira alrededor de esa
montaña que subimos y escalamos durante todos estos años. Y tú
habías estado allí desde el principio. Tú siempre fuiste esa meta
que mi destino asignó para mí el día en que vine a este mundo.
Perdí la cuenta de cuantas veces apareciste en mis sueños, ¿sabes?
Y también perdí la cordura el día en que te tuve ante mis ojos.
Perdí la tristeza, y lo perdí todo. Me diste la entrada a la
locura. Porque al fin y al cabo, amar es una locura, ¿no? -Reí,
entre lágrimas. -Y yo en estos momentos, te amo. Y te amé siempre.
Te amé incluso antes de conocerte, y juro que si pudiese hacer algo
para poder abrazarte en estos momentos, lo haría. Te daría mi
aliento, mi vida. Te lo daría todo, porque hemos de recuperar todo
ese tiempo que perdimos, y si tú caes, yo caigo contigo. Y no te
daría mi corazón, porque fue tuyo desde el momento en que tú
mirada electrizó mi cuerpo, en ese momento en que se cruzaron, y se
fundieron, cuerpo, alma, y corazón. Y
será tuyo para siempre. Justin,
por favor... -Un ritmo acelerado de pitidos comenzó a resonar en la
habitación. -Despierta.
Y
en ese momento, aquella máquina que medía todos sus latidos, se
disparó por completo, causando el paro de la respiración de Justin.
Su cuerpo se tambaleó arriba y abajo. Mis ojos se abrieron y cientos
de lágrimas acompañaron mis gritos de ayuda a cualquier enfermera
que pasara por allí en ese instante. Tres médicos entraron de golpe
en la habitación, a empujones, y Jeremy tras ellos, con el rostro pálido y los ojos húmedos.
_¡Justin!
-Gritó.
_¿¡Que
pasa!? -Alcé la voz, entre el murmullo de gente que no paraba de
entrar y salir.
_¡Hijo,
por favor! -Sollozó Jeremy, de una forma jamás vista. Un mar de
dudas abrumaba todo mi alrededor, y todo se emborronó ante mis ojos
y un latido desenfrenado que a punto estuvo de escaparseme del pecho.
“¡Cien!” Gritaba uno de los médicos. Otro cargó dos planchas
desconocidas para mí, antes de apresurarse a estamparlas en el pecho
de Justin, haciendo que me llevase las manos a la cara en un grito
ahogado.
_Joder,
joder. ¡Otra vez! -Gritó de nuevo.
_No
pueden estar aquí. -Se dirigió a nosotros, esta vez una enfermera,
en un tono elevado y serio.
_¡Es
mi hijo! -Replicó Jeremy
_Lo
siento, acompáñenme.
Capítulo
21
“Ya
hace cinco días desde que Justin cerró los ojos. Cinco largos y
eternos días. Cinco noches sin dormir. Y si dormía, cansinas
pesadillas me recordaban todo lo que estaba sucediendo a mi
alrededor. Como si fuera un pecado sonreír. Como si fuese imposible
tener la esperanza de que hoy despierte.
Sufrió
un paro cardíaco pero ahora, su corazón sigue latiendo.
Consiguieron reanimarle. Aparece en mis pensamientos a cada
respiración que me hace cerrar los ojos. Una respiración
temblorosa, que se escapa entre mis labios como un suspiro que ni
siquiera te das cuenta de que llevabas reteniendo dentro de ti todo
este tiempo”.
“Ya
hace dos semanas. Y mi siento mi estómago cada vez más pequeño, y
a mi alma más débil, y a mi corazón, más roto. Cada mañana miro
a su ventana con la esperanza de volver a ver su rostro tras esas
cortinas que un día encendieron en mí la ilusión de una niña. Te
echo tanto de menos...”
“Tres
semanas. Hace ya una semana que terminamos el instituto. Aquí en Los
Angeles, todo es diferente. Pensé que tan solo sería un mes, y me
encuentro en el mes de julio, todavía con exámenes de
recuperaciones. Que bien engañada me tuvo mamá. -Sonreí-. Al fin y
al cabo, estos tres meses me han servido de mucho. Mi vida cambió
por completo en una fracción de tiempo tan simple como esa. Tres
meses. -Suspiré-. Apenas parece ayer cuando sus brazos se aferraron
a mis ojos, impidiéndome ver más allá de una voz que
estremeció cada parte de mi cuerpo. Parece ayer cuando papá todavía
estaba a mi lado, recordándome la mujercita que hoy
parecía. Parece ayer cuando me enviaba postales desde la otra punta
de mundo diciéndome que si miraba al cielo fijamente,
podría ver su rostro en la luna. Que cada vez que estuviese llena,
él estaría pensando en mí. Que puede que mamá fuese su
reina, pero yo siempre iba a ser su pequeña princesita. ¿Dónde
estás? Ahora que tanto te necesito. ¿Dónde estás? Ahora que tus
brazos serían para mí el mejor refugio. Te extraño tanto papá. No
hay un día en que no mire al cielo y te recuerde. No hay una ráfaga
de viento que no me recuerde tu olor. No habrá nunca unos brazos que
pudiesen elevarme tan alto como los tuyos cuando me enseñaste el
mundo por primera vez. Mi héroe, mi rey, allí dónde estés, te doy
las gracias. Se que estos momentos no son buenos para mí, pero el
tiempo todo lo cura. Tal vez una cicatriz sea imborrable, pero será
la prueba de que me levanté después de haber caído y que hoy en
día, he vuelto a luchar por lo que un día me derrumbó, con la
fuerza de un huracán. Sé que él despertará, y se que desde allí,
nos cuidas a todos. Mi estrella, ojalá nunca dejes de brillar en
mí.”
_Rouse,
cielo... -La voz de Lauren me sacó de mis pensamientos, aunque mi
mirada siguiera fija en aquel punto donde su sonrisa me daba cada día
las buenas noches, a través de una simple ventana. -Es tarde. -Mi
cama se ladeó, diciéndome así que ella acababa de sentarse a mi
lado. Su mano acarició mi espalda. -¿Qué has cenado hoy?
Silencio.
_Tienes
que comer algo, Rouse, eso no te va a ayudar. Mírate. Tan solo han
pasado tres semanas y ya estás irreconocible.
Silencio.
Un
suspiro profundo. Su mano aferrada a mi barbilla, obligándome así a
mirarla.
_¿Cuanto
llevas sin dormir? -Su mirada clavada en la mía expresaba un
profundo pesar, una preocupación evidente que mi comportamiento,
inevitable, no ayudaba a mejorar. Miró mi pelo. -¿Y sin pisar la
ducha? -Suspiró, bajando la mirada. -No puedes seguir así.
_Como
si no lo supiera. -Susurré, para su sorpresa.
_¿Qué?
-Sus ojos se iluminaron al volver a escuchar mi voz tras casi tres
largas semanas.-
_Nada.
-Me deshice de su agarre, levantándome y dirigiéndome a mi armario.
Ella frunció el ceño, confusa.
_¿Qué
haces? -Preguntó, sin obtener ninguna respuesta a cambio.
Diez
pasos y ya estaba en la ducha. Media hora y ya estaba en la puerta,
con su mano firmemente agarrando mi brazo. Sus ojos llorosos,
brillaban en la oscuridad de un salón a los doce de la noche. Sus
palabras de súplica revoloteaban una y otra vez por mi cabeza. Un
tirón, y fuera. El sonido de las teclas de mi móvil, y la oscuridad
de la noche.
+Gail,
soy yo. ¿Dónde estás?
-¿Rouse?
-Una voz, extraña, al otro lado del teléfono, con muchas más de
fondo.
+Sí.
-Silencio-
+¡Abbigail!
-Me quejé.
-¿Dónde
estás?
+¡Eso
te estoy preguntando yo, joder!
-Hacía
dos semanas que no sabía nada ti... -Un suspiro.
+Quiero
verte.
-Yo
también. Estamos en el Kassie, al lado del muelle.
Suspiré,
por el camino que me quedaba por andar.
+¿Estamos?
¿Quién?
-Gente.
+Gail,
quién. -Amenacé.
-Ven
a averiguarlo. Te va a gustar. -Rió, exagerada. Copas de más.
+¿A
mí? -Reí, irónica. - Lo dudo.
-Aquí
te esperamos. -Y dejándome con la palabra en la boca, cortó la
línea.
_Qué
estúpida eres cuando quieres. -Susurré a la nada. Dejé escapar un
suspiro que ni siquiera sabia que había estado reteniendo todo este
tiempo y comencé a andar, pateando una pequeña piedra que estaba en
mi camino.
Un
coche, música, tambaleándose. El sonido de un claxon seguido de
inentendibles piropos.
_¡Que
te jodan! -Grité, como respuesta. Y el silencio de la noche volvió
a reinar, haciéndose pequeño a cada paso que me acercaba a Kassie,
aquel bar de copas donde tanto solían ir por las noches.
_¡Rooouuuuseeeeeee!
-Una voz aguda taladró mi cabeza, antes de sentir correr a alguien
que se abalanzó sobre mí. No pude evitar sacar una pequeña
sonrisa, olvidando por unos segundos la realidad que me abrumaba. Sus
ojos se clavaron en mí. Frunció el ceño. -¿Pero.., qué te ha
pasado? -Su mano acarició mis ojeras, deslizándose hasta mis labios,
secos. Me encogí de hombros. -Ven conmigo ahora mismo. -Sonrió, haciéndome olvidar de nuevo toda esa mierda a mis pies. Su mano tiró
de mi brazo, subiendo escaleras y corriendo hacia el baño de Kassie.
_¡Ey!
-Gritaron voces conocidas. Giré la cabeza, pero las prisas de Gail
me impidieron ver quién eran.
Abrió
su bolso, sentándome, obligada, en la taza del váter, y comenzó a
tapar cada una de las imperfecciones de mi cara.
_¿Puedes
dejar ya de pintorrojearme, por favor? -Ironicé. -Que me da igual
todo, Abbi. -Ella se sorprendió ante su mote, propio del primer día
en que nos conocimos. Frunció el ceño y siguió con su trabajo, haciéndome suspirar de nuevo. Abrí un ojo cuando la brocha dejó de
azotar mi cara y su lápiz de ojos dejó de clavarse en los míos, arañándome al llevar tanto tiempo sin usar nada parecido. -¿Ya?
-Abrí el otro ojo.
_Ahora
sí. Vamos. -Aplaudió para sí misma, haciéndome fruncir el ceño,
confusa.
_¿Qué
estáis bebiendo? -Solo me respondieron risas agudas y tambaleos.
Rodé los ojos. -¿Con quien estás?
_Vinimos
de cena con los chicos del instituto. -Dijo, demasiado rápido para
entenderla a la primera. Después de unos segundos de análisis,
conseguí comprender lo que me había dicho. Su mirada baja, ocultaba
algo.
_Ah...
-Fruncí el ceño. Salimos a la terraza, donde muchas de las mesas
estaban agrupadas.
_¡Rouse!
-Gritaron algunos de los chicos de clase. Mike, Jamie, con la que había hecho las paces hacía poco, la Señorita Britte, Liam...
Espera, ¿¡Britte!?
_¡Rebecca!
-Grité, apresurándome a sus brazos. Ella me recibió del mismo modo.
_Pero,
¡Rouse! Apenas hace un mes que no nos vemos, y ya casi no sabía ni
quién eras...
_¿Cómo
te va todo? ¿Cómo va ese pequeño? -Ella sonrió dulcemente.
Todavía era demasiado pronto para intentar notar algo en su barriga,
pero sus ojos me mostraron todo el cariño que ya sentía por ese
bebé.
_Muy
bien. -Sonrió, soltando una pequeña carcajada. -Mejor de lo que
esperábamos.
_Me
alegro muchísimo. -Solté sus brazos y miré a Abbigail, que ya me
había hecho un sitio justo a su lado. Le sonreí, y me di cuenta de
que ya tenía mi copa preferida delante de mis ojos. Volví a mirarla
y se encogió de hombros.
_Eres
mi invitada. -Me sacó la lengua, en el justo momento en qué me di
cuenta que una de las sillas al lado de Mike, estaba vacía, pero
había una jarra de cerveza justo enfrente. Fruncí el ceño.
_¿Y
esa jarr...
_Ya
estoy aquí, chicos. -Su inconfundible voz se coló por mis
pensamientos, haciéndome un nudo en el estómago. Sus brazos
cogieron la silla antes de sentarse y clavar su mirada en la mía,
frunciendo el ceño. Mis labios no se movieron ni un solo momento.
Segundos después se sentó a su otro lado, otro de los profesores
que yo no conocía.
_¿Rouse?
-Su rubor me indicaba que esa cerveza no era la primera. Curvé mis
labios en una sonrisa antes de recibir una leve patada de parte de mi
querida Gail.
_Eh..,
hola, hola Marshall. -Él entreabrió sus labios, sorprendido.
_Pero..,¿dónde
te habías metido? -La alegría se hizo de notar en su rostro.
-¡Llevamos tiempo sin verte por el instituto! Bueno, y ahora más,
que ya no volveremos. -Rió. Le devolví la sonrisa.
_Estuve
enferma. -Mentí. Él torció su boca, y caí en la cuenta de que
Justin también llevaba todo este tiempo sin ir. Un nudo subió hasta
mi garganta, recordándole. Abbigail lo notó y entrelazó su mano con
la mía, apretándola con fuerza.
_Vaya..,
pues celebro verte de nuevo. -Me dedicó una sonrisa que volvió a
atar ese nudo en mi interior. De un trago terminó esa jarra que
bebía, acompañada de un cigarrillo que no había visto encenderse.
Tras una media hora de risas y copas aquí y allá, mi ánimo se
tornó de un color diferente y la tristeza que me rodeaba me abandonó
temporalmente.
_¡Ey!
¿Os hace un billar? -Se animó Mike.
_¡Me
parece genial! -Comentó Jamie, a coro con Arianna.
_Perfecto,
¿no? -Le comentó Marshall a su compañero de clases. Éste asintió
y ambos se levantaron.
_Oh,
chicos, yo tengo que irme, debo descansar. -Anunció la señorita
Britte. -Ya sabéis. -Se dio leves golpecitos en la tripa. Todos
sonrieron dulcemente momentos antes de despedirse de ella hasta la
próxima vez que coincidiésemos.
_¿Y
tú qué dices Rouse?
_Eh..,
no, no. Yo prefiero mirar. -Sonreí, avergonzada.
_¡Si
hombre! -Se quejó Liam. -Anda, no seas tonta. Marshall mantenía su
mirada fija en mí, de una manera algo extraña.
_Pero
yo...
_Nada,
que sí.
_Es
que yo no se jugar, Liam. -Mis mejillas se tornaron de un color
rojizo y él soltó una larga carcajada.
_¿Es
por eso? -Asentí, ofendida. Una mano se apoyó sobre mi hombro,
estremeciendo mi cuerpo ante su inconfundible perfume.
_Yo
te enseñaré. -Susurró Marshall.
_Pero
yo...
_Cero
escusas, por favor. Rouse jugará conmigo y con Abraham, y nos falta
uno.
Tras
cinco minutos realizando los equipos, en los que me presentaron a
Abraham, que resultó ser profesor de economía e historia, comenzó.
Y con ello mil nervios ante mi segundo nombre. Torpeza.
Primer
turno, Abraham.
Perfecta.
Una bola.
Segundo
turno, Marshall.
Otra
bola.
Ambos
chocaron sus manos.
_Eh..,
yo.., yo mejor salgo, eh. -Reí, nerviosa. Marshall enganchó mi
mano, tirando de mí. Me colocó justo delante de él y me tendió el
palo que sostenía. Sonrió.
_Vamos,
es fácil, ya verás. -Soltó una carcajada. Suspiré y cogí el
palo, intentando imitar los movimientos que había visto. Él rió, y
noté como su cuerpo se acercaba al mío. -Así no. -Volvió a reír.
- O bueno, si quieres hacer volar la bola a la cara de alguno de tus
compañeros...
_No,
no... -Rió bajito y pegó su cuerpo a mi espalda, pasando sus brazos
por fuera de los míos y posando sus manos sobre las mías, que
sujetaban el palo. Colocó mis manos de la forma adecuada y susurró
en mi oído.
_Tienes
que intentar meter esas, ¿lo sabes, no?
_S-sí.
-Tartamudeé, y noté como sonreía de nuevo, esta vez pícaro.
_Bien,
ahora dale justo donde el palo apunta, pero despacio, o irá con
demasiada fuerza y rebotará. ¿Lo entiendes? -Asentí con la cabeza.
Él echó un pie hacia atrás y se inclinó todavía más cerca de
mí, haciendo que su respiración golpeara mi rostro y mi oído. - A
la de tres. Una, dos, y ahora. -Me ayudó, haciendo fuerza al mismo
tiempo, consiguiendo que fuese un buen tiro, a pesar de no conseguir
meter la bola. -¿Ves? Es fácil. -Sonrió de lado, y noté que mis
sentidos se habían alterado del 0 al 100. Mi respiración se había
vuelto rápida y mis manos se humedecían.
_Rouse,
¿podemos hablar? Gracias. -Dijo rápidamente Abbigail, tirando de mí
hacia fuera. Sus ojos se clavaron en los míos.
_¿Qué
pasa? ¿Lo he hecho mal? -Pregunté confusa ante sus ojos, abiertos
de par en par.
_¿¡Qué
haces!? -Elevó su tono de voz, asustandome.
_¿Qué?
-Fruncí el ceño
_¿Co-c-cómo
haces eso? -Elevó sus manos, girandose sobre sus tacones. Ladeé mi
cabeza en señal de que no entendía nada. -Es decir... ¡Argh!
-Volvió a elevar el tono de su voz, haciendo que dirigieran su
mirada hacia nosotras.
_Ey,
Rouse, te toca. -La voz de Marshall volvió a interrumpir mis
pensamientos.
_¡Voy!
-Grité, sonriendo. Maldito alcohol, y maldita vergüenza.
_¡Pero
tía! -Se quejó Abbigail.
Repetí
los pasos que Marshall me había enseñando, consiguiendo meter bola
esta vez.
Segundo
tiro. Mi trasero apoyado sobre la mesa de billar, mis piernas
cruzadas y su mirada de nuevo fija en mí, sonriendo. Pasé el palo
por detrás de mi espalda y volví a repetir el tiro, dejándola muy
difícil para el equipo de Abbigail, que movía su pie una y otra
vez, intentando aguantar la risa y la envidia de tener a Marshall en
esas condiciones.
Rouse,
es tu profesor...
Rouse,
Justin...
Suspiré.
Odiaba
al cien por cien esa jodida voz en mi cabeza.
La
noche pasó, y mi reloj de muñeca marcó las 3:44 A.M., haciendo que
abriese de golpe mis ojos y dejase el vaso que en ese momento estaba
bebiendo, en la barra. Hacía tiempo que habíamos dejado de jugar.
Ahora, tan solo hablábamos entre todo, recibiendo diversas descargas eléctricas de los ojos de ese hombre que tanto alteraba mis sentidos.
_Vaya,
qué tarde es. -Me levanté. - Será mejor que vaya ya, si no quiero
que mi madre despierte al vecindario entero. -Reí, y mi cuerpo se
tambaleó de nuevo gracias a aquella última copa, causando la risa
de algunos de ellos.
_Yo
también me marcho ya. -Anunció Liam.
_Lo
mismo decimos. -Se unieron Jamie y Mike.
_Claro,
como se nota que no vivís en la otra punta. -Reproché. Y esto
pareció alarmar a Marshall, el cual apareció a mi lado.
_Rouse,
¿dónde vives?
_¿Conoces
la calle Warrighter? -Marshall asintió con la cabeza.
_Vamos.
-Sonrió nuevamente y ladeó su cabeza indicándome la puerta. -Yo te
acercaré. -El rostro de Abbigail era todo un poema en esos momentos.
_Oh..,
no hace falta, de verdad, si no importa.
_Insisto.
De todas formas tengo que pasar por allí. -Vacilé unos segundos,
hasta rendir. Tras despedirme de cada uno de ellos, unos tres minutos
después, ya estábamos en el coche de Marshall, de camino a casa.
Admiraba cada detalle de su coche. Negro, precioso, tan agresivo como
elegante. Mordí mi labio y me tapé el rostro con las manos, riendo
sin tener algún motivo.
_¿Qué
ocurre? -Rió conmigo. -¿Te gusta?
_Mhmm.
-Murmuré. Su expresión cambió y sacudió su cabeza. Parecía que
eso le gustaba. Suspiró y volvió a su estado anterior.
_Pues,
ha estado bien la noche. -Disimuló, ridículamente.
_Aham...
-Volví a repetir. Su expresión volvió a cambiar y desvió su
mirada hacia mí. Sonrió de lado, cayendo en la cuenta. Mis nervios
se dispararon cuando el coche frenó en seco.
_¿Puedes
dejar de hacer eso? -Intentaba aguantar una sonrisa que se dibujaba
en la comisura de sus labios. -Intento conducir.
_Mhmm,
conduce. -Le provoqué. Y fue en ese instante dónde me dí cuenta de
lo difícil que me sería recordar eso la mañana siguiente, en el
momento en que lamió sus labios con su mirada clavada en la mía.
.
.
.
.
Sé perfectamente que os debo una escusa por todo este tiempo sin pasarme por aquí, pero los examenes finales, todos sabemos que son horribles, y más en estos cursos que ya son los últimos de todo el instituto. De veras que siento no haber podido estar con vosotr@s todo lo que realmente hubiera deseado, pero no tuve tiempo ni siquiera para mí, de verdad. Espero que sepáis entenderlo y perdonarme, porque yo jamás os olvidaría. Se que hubieron momentos de flaqueo en estas semanas para mí, y que os asusté más de una vez, y lo siento de corazón. Nunca dejaré la novela, y nunca dejaré de quereros como os quiero; más que a nada en este mundo. Gracias por todo, de verdad, no las hay mejores que vosotras, y vosotros. NUNCA habrá nadie que pueda compararse a mis lectores. Me dais la vida.
Os adoro.
Abby.~
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