No
terminaba de comprender el por qué de mis estúpidos nervios. Tan
solo era un chico más que, como todos hasta ahora, primero
intentaría seducir a la mayoría de las chicas, se enterará de mi
pasado, se burlará de mí, volveré a ser la rara, la diferente y
vuelta a empezar. Sin embargo, me resultaba graciosa y peculiar, la
forma en la que había entrado por mis ojos. Me había gustado. Me
había gustado. ¿Qué? Me había gustado. Suena bien. Nunca antes
había dicho eso refiriéndome a alguien. –Suspiré. – Hoy
comprobaría si realmente ese chico que me llamaba la atención
merecía la pena conocer. Recuerda, que aunque sientas
temor, no es valiente quien no tiene miedo, si no quien lo tiene, y
aun así sigue adelante. Yo seguiré adelante, pase lo
que pase. Esta es mi nueva vida y agárrense, porque no hay nadie que
me pare.
Tocaron
a la puerta. Me levanté y me miré al espejo. Sonreí. Bajé las
escaleras. Al abrir la puerta, tan solo estaba Jeremy.
_Buenas
noches bonita. –Me dijo.
_-Le
sonreí. - ¿No iba a venir también tu hijo? –Dije, como si
realmente no me importase.
_Sí,
pero bueno, se encontraba algo mal… Y no quiso venir. –Dijo,
tenso. –Me ha dicho que apuntes esto. –Me tendió un papel con un
número de teléfono. ‘J’ estaba escrito debajo.
_Espero
que se mejore. –Me hizo una mueca y entró, con una bandeja en sus
manos.
La
cena transcurrió bien. Risas por aquí, risas por allá. Mi mente
viajaba a otro sitio. Me sentía sola, una adolescente entre dos
hombres. No tardé más de media hora en decidir retirarme. Me
levanté, haciendo un poco de ruido con la silla que llamó la
atención de ambos.
_
¿Ya te vas? –Preguntó mamá.
_Eh…,
sí. Voy a subir a mi habitación, me duele un poco la cabeza.
–Mentí.
_Bueno,
está bien. –Fingió mamá. Sabía que estaba mintiendo.
_Buenas
noches Jeremy. –Le sonreí y subí hasta mi habitación. Sin poder
evitarlo, corrí la cortina de mi balcón, y observé su ventana. La
luz estaba encendida y sonreí. Abrí aquel papel con su número y
comencé a teclear. Un acto reflejo me hizo darle al botón verde.
_
¡Mierda! –Me sobresalté, al ver que estaba llamando. Corté antes
de que él pudiese contestar. Me dirigí al baño para lavarme la
cara, pues esta noche especialmente, hacía demasiado calor para
estar mayo.
Al
volver a mi habitación, una luz provenía de mi móvil.
J
te está llamando. Jota. –Reí al ver como
había escrito su nombre. Dudé en si coger el teléfono o no.
Primer
toque.
Segundo
toque.
Antes
de que terminase el tercero, decidí contestar.
+
¿Sí? –Dije con voz temblorosa.
-¿Quién
eres? –Se escuchó al otro lado del teléfono. Su voz. Era dulce.
Ya la había escuchado antes. Mil mariposas estallaron en mi
interior.
+Yo…yo…
-Escuché reír a ‘J’
-
¿Tú? –Él no paraba de reír.
+Mira
por tu ventana. –Me atreví a decir. Corrí mi cortina, y a los
pocos segundos, vi como él hacía lo mismo. Le sonreí.
-Así
que eres tú la chica que me acosa, vaya. Encantado. –Me ruboricé.
Reí.
+Me
llamo Rouse. Llevo apenas dos días aquí.
-Vaya,
ya tenemos algo en común. –Aprecié su sonrisa.
+¿Tú
también te llamas Rouse?
Silencio.
Gran
silencio.
Miré
por la ventana.
Estaba
riéndose a carcajadas, tapando el auricular del móvil. No paraba de
reír.
+
¡Ey! ¿Te estás riendo de mí? –Destapó el auricular y pude
escuchar su risa. Me contagié y empecé a reír.
-No,
no me llamo Rouse. –Suspiró, intentando aguantar su risa.
+
¿Entonces cómo te llamas? Rouse era una buena opción. –Reí.
-¿Por
qué no vienes a verme y me lo preguntas? – Mi corazón dio un
vuelco.
+Dijo
Jeremy que estabas enfermo…
-Simplemente
tenía timidez aguda. Vamos, no hay nadie más aquí.
+
¿Y tú madre? –Pregunté extrañada.
-No
ha querido acompañarnos… -Su voz se quebró.- ¿Vas a venir a
visitarme? No es divertido hablar por un móvil y un cristal. Además,
tú ya estás vestida, te estoy viendo. –Rió.
+Está
bien, voy a hablar con mi madre. –Colgué, nerviosa. Le vi hablar a
través de la ventana, pero ya no le escuchaba. Esto era una locura.
Me armé de valor y bajé al salón. Jeremy y mamá reían. Me dirigí
a la puerta.
_Ey,
cielo, ¿adónde vas? –Interrumpió mamá.
_Voy
a visitar a Jota. –Jeremy rió por lo bajito.
_Vaya,
dos días aquí y ya ligando. ¿Quién es Jota?
_Es
el hijo de Jeremy. –Mi padre giró la cabeza bruscamente. Jeremy se
encogió de hombros.
_Déjame
acompañarte, es tarde.
_Lauren
tan solo se tardan 30 segundos en llegar… -Rió Jeremy.
_Está
bien, está bien. No tardes Rouse.
_Claro,
mamá.
Sentí
como miles de nervios empezaban a atar nudos dentro de mi estómago.
Nunca había conocido a ningún chico. Nunca había tenido a un chico
a menos de dos metros, y si lo había hecho no había sido porque yo
quisiera. Nunca me habían besado, conscientemente.
Flashback~
_
¿Nunca te han dicho que eres preciosa, Rouse?
_N-no…
¿Lo soy?
_Claro
que lo eres. ¿Por qué no me acompañas al piso de arriba?
_No
sé Alex… No me encuentro demasiado bien.
_Eso
es por culpa del alcohol.
_
¿Qué alcohol? No he bebido. –Me sobresalté.
_
¿De verdad pensabas venir a una fiesta y que te sirvieran tan solo
‘fanta’? Pensaba que tendrías más picardía bonita. – Su mano
rozó la mía. –Subamos, te acompañaré al baño y esperaremos a
que se te pase.
_Está
bien.
[…]
_
¿Alex, qué haces? Por favor, aléjate, me encuentro agobiada.
_
¿Por qué eres tan tímida? –Su mano rozó mi mejilla.
_No
me encuentro bien, mejor bajemos, llamaré a Mely y nos marcharemos.
_Oh,
vamos. Mely acaba de cumplir dieciséis años, ¿vas a aguarle la
fiesta? –Noté su aliento azotando mi cara.
_Déjame
ir. –Y me calló con un beso. Cerré los ojos. Estaba mareada. ¿Qué
hacía? Yo no… -¡Déjame ir! –Un empujón bastó. Me marché.
Con o sin Mely, no me quedaría allí.
Fin
del flasback~
Suspiré.
Ese había sido mi primer y único ‘beso’.
Me
encontraba en frente de la puerta de Jota. Esa maraña de nudos
seguían atándose dentro de mí. Como antes recordé, jamás había
tenido a un chico a menos de dos metros de mí, que yo realmente
quisiera tener. Él me había llamado la atención. Quizás por su
simpatía, quizás porque era la única persona y por tanto el único
amigo que podría tener aquí, quizás porque fue la primera persona
que vi y no me doblaba la edad. Quizás…
Primer
timbre.
Silencio.
Dos,
tres, cuatro segundos. Siete.
Alargué
el brazo, buscando de nuevo el timbre, pero la puerta se abrió. A la
espera de un ‘pasa’ o una simple sonrisa, o más bien, una simple
cabeza asomando, quedé en la puerta. Nadie contestaba. Mi piel se
erizó. Decidí entrar. Quizás hubiese un pasillo por allí cerca.
No conocía aquella casa.
_
¿Hola? –Dije en voz alta, mirando al frente. Un precioso salón me
recibía. Sofás color oro combinado con blanco. Una mesita para
tomar café, transparente. Una pared blanca, con diferentes adornos
pintados en ella, además de cuadros, estanterías, pequeños
muebles. Todo, iluminado por una tenue luz que provenía de una
pequeña mesita al lado de uno de los sofás. Nadie contestaba.
_
¿Jota? –Dije esta vez. Nada. –Jota, no tiene graci… - Alguien
me tapó la boca y me estrechó mi espalda contra su abdomen. Ahogué
un pequeño grito, y me llevé las manos hacía las suyas. Fuese
quien fuese, olía realmente bien.
_Jota
está aquí. –Dijo riendo. Noté su cálido aliento en mi oído.
Primer escalofrío. –Tranquila. No soy ningún acosador, ningún
violador ni ningún adolescente salido. Simplemente es un juego.
¿Vale? –Asentí con la cabeza. –Ahora voy a destaparte la boca.
Prométeme que ni vas a gritar, ni vas a decir nada, ni tan siquiera
vas a girarte a mirarme. ¿De acuerdo? –Su voz. Su maldita voz era
perfecta. Una voz tierna, dulce, su risa era familiar, su forma de
hablar, también me resultaba familiar. Él y Jeremy. ¿Quién eran?
Les había conocido antes. Quién sabe, el mundo es un pañuelo.
–Tres, dos, uno.
Sus
manos se aferraron a las mías, soltándolas segundos después. Mi
espalda seguía rodeada por él, pero nada más nos mantenía en
contacto. Mi corazón iba a mil por hora. Nervios, miedo,
inseguridad, recuerdos, ideas, sensaciones. Todo a la vez estaba
teniendo encuentro dentro de mí. Muy dentro.
_
¿Por qué no me dejas verte? ¿Quién eres? Para eso vine aquí. –Mi
voz temerosa salió sin querer. Noté uno de sus dedos tocar mis
labios, indicando silencio.
_Shht
–Noté como una tela pasaba por encima de mi cabeza, terminando en
mis ojos. Estaba vendándome los ojos. Los latidos de mi corazón se
multiplicaron. No veía absolutamente nada. –Ven conmigo. –Tomó
mi mano, y uno de sus brazos se aferró a mi espalda. Comenzó a
caminar, conmigo detrás.
_Ten
cuidado. Ahí hay una esquina. Sofá. Silla. Escalón. Insecto.
–Grité. Él comenzó a reír. –Era broma. Ahora siéntate. Hay
un sofá justo debajo de ti. –Me ayudó a sentarme. –No puedes
quitarte la venda, ¿vale? Prométeme que no lo harás.
_T-te
te lo p-prometo.
_
¿Te gusta la música?
_Sí.
–Contesté firmemente.
_
¿Y los cantantes? –Me sonó rara esa pregunta. Enseguida caí.
Sonreí. Le recordé. Recordé a mi ídolo. Me gustaba… Claro.
_Sí.
–Me ruboricé, y sonreí.
_
¿Querías saber cómo me llamo, verdad? –Comenzó a reír.
_Sí.
–Me repetí.
_Escucha.
–Pude sentir los acordes de una guitarra. Reconocí enseguida esa
canción. One less lonely girl.
Justin.
Jota. Jeremy. Mi corazón. Se había parado. No funcionaba.
Jota. Justin. Justin. Jota. Un teléfono. Los Ángeles. Una nueva
vida. Mi sueño. Mi vida. Mi corazón volvía a latir. Mis
ojos. Mil lágrimas. Mis manos. Alzándose. Buscando esa maldita
venda que me separaba de él. ¿Un sueño? ¿Estoy
soñando? Un pellizco. Una risa. Era real. Él seguía
cantando. Su guitarra seguía sonando. El mundo comenzó a hacerse
pequeño. El mundo comenzó a centrarse ante mis ojos. No le veía,
pero mi corazón le sentía más que nunca. La venda cayó al suelo.
Pude verle. ¿Mil? Tres mil doscientas cuarenta y
dos lágrimas cayeron en ese momento. Mi boca, entreabierta.
Mi aliento, en fase de recuperación. Mi corazón desbocado latía
como nunca. Jeremy. Justin. Jota. Never say never.
Bieber. Su sonrisa. Mis ojos temblando. Mis manos eufóricas. Mis
brazos se abalanzaron. Su guitarra dejó de sonar. Abrió sus brazos.
Me fundí. Mi vida. Mis ilusiones. Acababan de
fundirse en uno, y estaban justo entre mis brazos. Su sonrisa. La
mía. Un sentimiento inexplicable. Después de tantos
años, creyendo en lo imposible, soñando con cuentos de princesas en
los cuales él era mi príncipe. Después de tantas luchas, después
de tantos sueños, mi mayor deseo se había cumplido. Me
miró a los ojos. Sonrió.
_Ey,
me lo habías prometido. –Rió. Se levantó. Dejó su guitarra a un
lado. Seguía sin articular palabra.- ¿Estás bien? –Pasó su mano
varias veces por delante de mí. Inspiré una gran bocanada de aire.
_Yo…yo…
_
¿Sí? –Justin reía.
_Te
quiero. –Dije sin pensar. Acto seguido me avergoncé. Me
convertí en un tomate humano.
_Sí,
suelen decírmelo. –Comenzó a reír. – Justin, Justin Drew
Bieber. Encantado, señorita. –Besó mi mano, haciendo una
reverencia cual príncipe. -¿Y usted es? –Él no paraba de
sonreír.
_Rouse.
Rouse Risbourn. –Sonreí, notando como al fin mi rostro
reaccionaba.- Encantada de conocerle, señorito Bieber.
_El
placer es mío. –Contestó seriamente. Ambos comenzamos a reír al
mismo tiempo.
Una
bonita frase dice, que los sueños, sueños son, y que el destino
decidirá si esos sueños algún día se cumplirán. Sueños.
Definición de sueño: Conjunto de deseos y esperanzas con destino
hacía el país de nunca jamás. Un país donde ser joven
eternamente. Donde todos los sueños son posibles. Donde nada es
imposible, donde todo se puede conseguir. Campanilla. Dulce
campanilla, ¿quién no ha soñado alguna vez con tener polvos
mágicos cual pequeña hada? ¿Quién no ha soñado alguna vez ser la
adorable Wendy? ¿Quién no soñó alguna vez con dar su primer beso
a un príncipe que nos hiciese viajar a un mundo en el que los sueños
se cumplen? Hoy, ahora, y en este preciso instante, podía
ver mi preciosa campanilla levitar y revolotear a mi alrededor. En
estos momentos Wendy estaba sonriendo frente a un Peter Pan de carne
y hueso. Podría jurar que estaba volando, y que lo que mi corazón
sentía era ese dulce polvo mágico que me llevaba al paraíso cual
niña que sueña con cumplir un deseo.
MUY
IMPORTANTE PARA MÍ. Si has leído este capítulo, porfavor da
click aquí
♥ y retuitea el tweet <3
Mil
besos mis pequeños soñadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario