12:34,
L.A.
Todo
era demasiado extraño. Y de una cosa estaba segura; me había dado
tantos pellizcos que no quedaba otra que ser cierto. Sus ojos, su
voz, su boca, su olor, todo vuela por mi mente en los 30 segundos de
trayecto a casa. Una inocente sonrisa se dibuja en mis labios,
dejando volar una carcajada de asombro. Me paro en seco, a metros de
esa valla que divide nuestra casa. Miro al cielo, aun sonriendo. Le
recuerdo. Papá, lo he conseguido. Me dijiste que
luchase por mis sueños y me encuentro a metros de él. Me encuentro
a metros de ese sueño que me apoyaste a seguir. Si no hubiese sido
por ti, yo ahora mismo no estaría aquí.
Mucha
gente dice que el destino que cada persona, ya está escrito. Tu
destino fue marchar, pero tu marcha conllevó el mío. Se que desde
el cielo me estás sonriendo. Se que esa brisa que acaba de acariciar
mi rostro es tu mano calmando mis nervios. Se que esa brisa que acaba
de acariciar mi pelo eres tú susurrándome un "Te quiero". Un “Yo confié en ti”. Te prometí que jamás te fallaría,
y me prometiste que yo no lo haría.
En
ese momento recordé su historia, su ida, pero como un héroe. Eso
era él, un héroe. Nos dejó cuando yo todavía le
debía demasiados abrazos, demasiados besos, demasiados llantos que
calmar entre sus brazos. Nos dejó cuando todavía quedaban mil y una
noches sin dormir. Mil y un “gracias”. Mil recuerdos vagan por mi
mente, mientras otros tantos, perfectos, los imagino a su lado.
Él
murió, pero se despidió de este mundo con la cabeza bien alta; en
las fuerzas armadas. Mi padre era militar, marine. Luchaba por los
derechos de este mundo. Falleció en una guerra al defender a pecho a
su patria. –Suspiré al recordarlo. Lo recordé, cogí mi movil y
lo destape, dejando caer su foto, tan guapo, con su traje militar.
–Enfermó poco después debido a sus heridas y a una enfermedad del
país que terminaron con su defensa. Mi padre siempre me dijo que
jamás abandonara mis sueños. Que nada es imposible, y que todo se
puede conseguir. Él combatió en 23 guerras. Murieron 300 soldados
en tres de ellas. Él sobrevivió. Recuerdo aquel día cuando yo
acababa de cumplir siete años, y mamá me dijo que teníamos que ir
urgentemente al mu elle, porque habían encontrado un delfín. Yo,
inocente, cogí mi cámara de carrete, más bien de juguete y mi
chaqueta nueva para el cole y salí corriendo por la puerta. Al
llegar al muelle, mi padre bajaba de aquel barco gris y grande, que
tanto me impresionó. Recuerdo como salí corriendo a sus brazos,
pues hacia un año que no le veía. Mi padre me llenó de besos, me
dijo quinientas veces lo guapa y lo grande que estaba, me dijo mil
veces cuanto me quería y lo muchísimo que me había echado de menos
en todo este tiempo. Yo seguía esperando el delfín. –Reí, y una
lágrima saltó desde mi ojo, estampándose contra el cristal de la
foto. –Papá se volvió a ir a luchar, como yo solía decir. Y
pasados seis meses, papá no volvía, cuando me prometió que
volvería en menos de tres. Recuerdo el día en que mamá lloraba a
gritos por teléfono.
FLASHBACK~
+Sí,
soy yo. ¿Qué ocurre?
+
¿¡Qué!? Pero…
·Mamá
estalló en lágrimas.
+No
puede ser…
+Usted
me está mintiendo, todo es mentira, ¡deje de mentirme!
·Mamá
sollozaba, lloraba a gritos… Yo observaba desde el marco de la
puerta.
+¡¡NO!!
¿¡Por qué él!? ¡QUE DIABLOS TE A HECHO ÉL! –Mamá calló
arrodillada delante del sofá… El teléfono cayó al suelo.
_Mamá,
¿por qué lloras? ¿Qué te pasa?
_Melanny.
–Dijo, sobresaltada. - ¿Qué estás haciendo aquí? Deberías
estar en tu cuarto
_Es
que te he escuchado hablar por teléfono y pensé que era papá para
que fuésemos a recogerle. ¿Habéis tenido una discusión otra vez?
¡Jo mami, siempre estáis igual!
_Si
cariño… sí. He discutido con papá. Creo que tardará un poco más
en volver.
FIN
DEL FLASHBACK~
Todo
aquello era mentira… Papá jamás volvió. Pasó un
año, pasó otro. Y siguieron pasando, hasta que mamá tuvo el valor
suficiente para contarme la verdad. Fue a mis once años, cuando me
enteré que jamás habían discutido. Que jamás iba a volver. Que
jamás volvería a ir corriendo al muelle para tirarme a sus brazos y
despeinarle. Que jamás volvería a maquillarme como una famosa e iba
a llenarle toda la cara de besos. Que jamás volveríamos a ir de la
mano al parque para dar de comer a las palomas. –Cientos de
lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Abracé con fuerza aquella
foto, y le dí la vuelta, para leer aquel mensaje que él me dejó.
“Querida
Rouse, te envió esta foto desde la otra punta de la tierra. Ahora
estamos justamente uno debajo del otro, pero a miles de kilómetros.
Pero, ¿sabes una cosa? No ha pasado ni un día en que no haya
pensado en ti. No ha pasado un solo día en que no mire tu foto, y
orgulloso diga; es mi nena.
Rouse,
te quiero más que a mi propia vida, y quiero que sepas, y que tengas
presente que si algún día no estoy ahí para decírtelo, que sepas
que habré caído como un héroe, y así quiero que me recuerdes. No
me tumbaron sus golpes, me tumbó el dolor de no haber podido hacer
más.
Recuérdame
tal y como yo te recordaré a ti; lo más importante de mi vida, y
cuida de mamá. Aunque siempre estéis peleando, te quiere con toda
su alma.
Jamás
olvides que estaré eternamente en tu corazón, y que si alguna vez
me echas de menos, abre la ventana y cierra los ojos. Pon tu mano en
tu corazón. Si una brisa de aire azota tus mejillas, seré yo en ese
mismo instante.
Nunca
te des por vencida, y si hay algo que desees en la vida, lucha por
ello hasta que el cuerpo aguante. Nunca me falles. Persigue tus
sueños, y hazlos realidad. Esté donde esté, estaré orgulloso de
ti.
Te
quiere, papá.”
Apreté
aquel valioso trozo de papel contra mi pecho, con el rostro repleto
de lágrimas.
_Lo
haré papá, te juro que lo haré. Nunca voy a fallarte. Yo también
te quiero. Más que a mi propia vida. –Susurré, apenas con un hilo
de voz. No pude evitar derrumbarme.
12:47,
L.A.
Me
senté en el bordillo que daba a una pequeña calle poco transitada,
a favor nuestra. Suspiré hondo y me deshice de todas esas lágrimas
que habían bañado mi rostro en cuestión de minutos.
Un
silbido.
Giré
mi cabeza, hacia su ventana.
Justin.
Su
sonrisa.
Mi
corazón.
Un
vuelco.
No
podía ser real. Esto era imposible. Sentí las incontrolables ganas
de volver a pasar ese rato con él. Sentía las incontrolables ganas
de volver entre sus brazos, de salir corriendo y quedarme con él
hasta que el oxígeno del planeta cesara.
Él
ladeó su cabeza y con una sonrisa, vi que llamaba a alguien. Mi
móvil comenzó a vibrar, y con una pequeña risa, descolgué.
+¿Sí?
¿Quién es? -Dije, irónica.
-Kidrauhl.
-Click.
Mil trocitos de mi corazón saltaron en ese mismo momento. No salían
las palabras. -Me has dicho que una señorita lleva media hora
sentada en un bordillo en frente de mi casa y quisiera saber cual es
el motivo.
+Me
gusta el aire puro, supongo. -Reí. Me giré, para volver a verle.
Seguía con esa preciosa sonrisa en su cara.
-¿Puedo
saber su nombre, señorita?
+Purple
ninja,
me suelen llamar. -Justin cerró los ojos, para abrirlos a los pocos
segundos.
-¿De
veras? Eso solía pertenecer al gran Justin Bieber.
+Vaya,
qué pena. Pues ahora me pertenece a mí.
-No
cantes victoria. Sigue siendo mío. Sigue en mi corazón.
+Jamás
se irá del mío.
-Buenas
noches, pequeña ninja.
PIP.
PIP. PIP.
Colgó,
dejándome enganchada a ese “Buenas noches, pequeña ninja”, como
una completa idiota.
1:00,
L.A.
Se
hacía tarde, Lauren estaría preocupada, y Jeremy todavía no había
salido. No sabía realmente qué hacer. Si dejarlos solos, si entrar,
si volver a casa de Jota y replicarle ese “Buenas noches” a la
cara…
Entré
en casa. Jeremy y mamá seguían charlando alegremente. Una botella
de champán me contestó a todas las preguntas de el porqué de su
felicidad mutua.
Noté
la mirada fija de Jeremy sobre mí. La risas cesaron. Mamá me
miraba, con cara de preocupación. El rostro de Jeremy intentaba
decirme algo que no conseguía entender.
_¿Rouse?
-Se levantó mi mamá? -¿Que ocurre? -Se acercó a mí. ¿Estás
bien? -Acarició mi cara, y el contorno de mis ojos, hinchados,
enrojecidos. Enseguida comprendí qué me estaba diciendo Jeremy.
-¿Ha pasado algo con el hijo de Jeremy? -Este se acercó.
_Eh
no, no. Claro que no. No te preocupes. -Intenté escabullirme, a lo
que su mano aferrada a mi brazo lo impidió.
_No
me sirve. Tus ojos no me mienten a estas alturas Rouse. Qué ha
pasado. -Dijo, con firmeza.
_Vamos,
Lauren, no te preocupes, no será nada mujer. -Intervino Jeremy.
_Claro,
mamá. Tan solo que de camino a casa me vinieron demasiados recuerdos
a la mente. -Mi mano dejó ver la foto de Andy, mi padre. Ella lo
entendió. Jeremy sabía que no había sido tan solo por eso.
_Oh,
cielo… Cuanto siento haberme entrometido. -Selló, con un abrazo.
_Buenas
noches, te quiero. -Me despedí de ella, y de Jeremy, con un pequeño
saludo con la mano. Él me guiñó un ojo.
_Y
yo a ti princesa, y yo a ti. -Dijo, antes de subir escaleras arriba.
Me
tumbé en mi cama, al borde ella, justo delante de esa ventana que me
separaba de mi ídolo.
“No
podía creer todo lo que me estaba pasando en estos momentos. Si era
un sueño, estaba segura de que no querría despertar. “Buenas
noches, pequeña ninja” rebotaba una y otra vez en mi cabeza. Él.
Era él. Tantas veces imaginé como serían sus ojos de cerca. Tantas
veces soñé con su abrazo. Tantas veces me dormí pensando como
sería verle sonreír y saber con certeza que yo era el motivo. Y
ahora lo sabía. De un simple viaje, al sueño de mi vida. De una
ilusión, a mi corazón latiendo a doscientas mil pulsaciones por
segundo. Desde unas escaleras, hasta el final del mundo…
Una
vibración me sacó de mis escritos. Mi móvil iluminó la
habitación.
Un
mensaje. De J.
“Te
estoy observando.”
No
puedo evitar reír. ¿Qué estaba haciendo? Dirijo mi mirada hacia su
ventana y me lo encuentro allí, mirándome fijamente. Sonrío
avergonzada.
“Es
de mala educación espiar a las personas de esa manera”
A
los pocos segundos, coge su móvil y lee. Me contesta.
“Tú
ya lo has hecho varias veces. Y sin decírmelo, eso es peor,
admítelo.”
Siento
como mis mejillas comienzan a calentarse, mostrando un exagerado
rubor. Vuelvo la mirada hacia él y le hago un corte de mangas
enseñándole el dedo corazón. Acto seguido cierro la ventana entre
risas. No pasa ni un minuto cuando mi móvil vibra de nuevo. Esta vez
es una simple llamada perdida. Vuelvo a abrir la cortina y Justin
seguía ahí mirándome fijamente. Me encojo de hombros riendo y le
hago un gesto de ‘¿Qué?’. Poco a poco levanta sus brazos y deja
ver un folio en blanco con una carita triste dibujada con algo negro
y grueso. Sonrío y sin quererlo me muerdo mi propio labio inferior
escondiendo esa sonrisa. Él también sonríe.
“Vaya..,
¿Te hice sentir mal?” –Le envío.
“Soy
una persona sensible y acabas de herir mis sentimientos. Que lo
sepas.”
“¿Me
perdonas?”–
Le miro y está sonriéndole a la pantalla del móvil.
“Con
una condición.” –Un
escalofrío. Dos.
Mil.
“¿Cuál?”–Noto
como todos los nervios se manifiestan uno a uno dentro de mi
estómago.
“Mañana.
A las 6. Tú pones las palomitas, yo pongo la peli y mi envidiable
presencia”
“¡Pero
serás egocéntrico!” –Y
río como una estúpida.
“No
hay más que hablar. Nos vemos.”. –Y
asegurándose de que le estoy mirando, vuelve a colocarle la funda al
móvil. Sonríe de una manera que como si de corrientes eléctricas
se tratase, me hace sonreír a mí también. Corre su cortina.
Suspiro y vuelvo a tirarme en la cama.
-¿Qué
te está pasando Rouse?-.
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